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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

La “patología” del crecimiento

21 de febrero de 2019 - 00:00

Hasta hace poco tiempo el vaticinio sobre el colapso del sistema capitalista era considerado un mero relato confeccionado por los seguidores de las ideologías socialistas, comunistas, marxistas y en general antisistema.

Hoy, la tesis de la crisis total es validada por proyecciones científicas que prueban que el modo de vida desarrollista es insostenible: para mantenerse vital el capitalismo se necesitaría a finales del siglo un crecimiento constante del 20% anual del PIB, lo cual es imposible por los límites físicos del planeta, el crecimiento de la población que alcanzaría los 9.000 millones y la pobreza de las mayorías.

El crecimiento y el “desarrollo deforme” son parte de un modelo “patológico”, según Boff y Hathaway. De acuerdo a proyecciones, los seres humanos estamos consumiendo 30% más de lo que se puede sostener a largo plazo, de tal forma que en menos de cien años el problema mayor será la supervivencia de todos los animales, incluyendo los Homo sapiens. Se estima que después de 2025 el nivel material de vida disminuirá drásticamente, entre otras razones, por el incremento de costos.

Impulsadas por las corporaciones globales que gobiernan la economía del mundo, las grandes potencias están enfrentadas por el control de las materias primas y el mercado, lo que proyecta la imagen de que sus modelos sociopolíticos son distintos. Sin embargo, en realidad son parecidos, porque todos incentivan el crecimiento económico, la sobreproducción industrial, el extractivismo y la ilusión de la acumulación del capital.

La mayoría de los gobiernos de los países más pobres también mantienen la fe en el crecimiento económico como camino para disminuir la pobreza, apuestan por agrandar la “torta” para incrementar la proporción del pellizque para los más pobres, aunque al final, el mayor beneficio se quede en manos de los más ricos.

Al sobrepasar los límites físicos de la Tierra, solo hay dos caminos: “el colapso involuntario” o la “reducción controlada de la producción” (Boff y Hathaway), del consumo suntuario, y por otra parte, la repartición de la riqueza. Pero esa alternativa demanda un estado de conciencia socioglobal que valore la naturaleza dentro de la totalidad del cosmos y derribe el actual orden político global, para dar paso a una sociedad ecohumanista. (O)

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