Por estos días, los ecuatorianos estamos recibiendo excelentes noticias en relación al desempeño de nuestra economía, debido a las políticas de Estado adoptadas por el actual régimen. Según un reciente informe del banco HSBC Global Research, el Ecuador subiría 15 puntos en el ranking económico mundial, ubicándose en el puesto 61, al aumentar su PIB de $ 24.000 millones en 2010 a $ 206.000 millones en el año 2050. Dicha entidad bancaria afirma que el incremento del producto interno bruto implicaría también un alza del ingreso per cápita de $ 1.771 a $ 10.546 dentro de ese mismo período y proyecta un crecimiento sostenido superior al 5% anual hasta 2050.
Asimismo, conforme al análisis realizado por prestigiosos economistas y académicos de nuestra ciudad, publicado por este diario la semana pasada, “el desarrollo minero, los beneficios de la renegociación de los contratos petroleros y los créditos con China y Rusia son situaciones reales de largo aliento que llevarán al país a desarrollarse. Los $ 19.000 millones depositados en el sistema financiero hasta febrero revelan que hoy los ciudadanos tienen capacidad de ahorro y un alto nivel de circulante en su poder. Lo cierto es que el país está bien económicamente, las cifras se mantienen estables para un ambiente favorable en el entorno económico y financiero de cara al futuro”, coincidieron todos los analistas.
Por el contrario, algunos medios de prensa privados no informan nada bueno, solamente difunden noticias de crónica roja y, para sorpresa de todos, ahora conceden entrevistas a sicarios que asesinan diariamente en Guayaquil, en lugar de denunciarlos y entregarlos a la Policía Nacional para someterlos a la justicia. Todo es pesimismo con sesgo político, so pretexto de defender la famosa libertad de expresión.
El filósofo alemán Schopenhauer, uno de los sabios más pesimistas de la historia, afirmaba: “Es un defecto del ser humano pensar muy poco en lo que tenemos, y pensar en exceso en todo lo que nos falta. Es esta la peor tragedia de los pesimistas y de los desagradecidos que caminan a marchas forzadas hacia el abismo”.
Por su parte, Tomás Moro, expresaba: “Los seres humanos tenemos la mala costumbre de escribir con letras de arena los beneficios que Dios nos ha regalado y que desaparecen enseguida; en cambio, solemos escribir las penas en lápidas de mármol para que nunca se olviden. Y esto nos torna muy desagradecidos”.
Como corolario, debo decir que es una actitud lamentable, incluso ofensiva, que en lugar de ser agradecidos seamos ingratos y dediquemos varias horas a criticarlo todo y denostar a la persona que nos gobierna. Conviene hacer de la gratitud una sana costumbre. Es propio de las personas nobles dar las gracias y seguir adelante, superando dificultades y contratiempos. Dejemos la amargura y los complejos a los políticos del viejo país y a sus corifeos de ciertos medios de comunicación privados, que no quieren que cambie nada.
