¿El fútbol debe ser, necesariamente, sufrimiento? No. El fútbol es un juego y un juego nunca puede ser escenario para un estado que expone la integridad personal. El juego es una expresión humana, derivada a instancias de desempeño físico. Ni siquiera el carácter competitivo del deporte de alto rendimiento le debería dar ese tinte de angustia que a muchos, me consta, aleja.
Hago esta necesaria disquisición porque el resultado del jueves en Ciudad del Este creó un clima de dolor y tragedia que no corresponde. Hubo, incluso, alguno que se planteó el por qué de los festejos de la clasificación, si Ecuador había perdido.
Pues se celebra la campaña. Ecuador clasifica a Qatar 2022 porque marcó una trayectoria previa brillante, no alejada de errores. Pero el balance final positivo se impone.
Ahora, no es tampoco desubicado señalar y repasar la derrota 1-3 con Paraguay. Se jugó mal y, a momentos, muy mal. La descoordinación defensiva fue alarmante, falta de salida desde el bloque posterior y una postura incapaz de sintonizar con la ocasión.
Y a Ecuador esto le puede seguir pasando,sobre todo porque es un equipo que busca una línea adecuada, la que ha encontrado en ocasiones cumbres, pero no ha hecho de ella un comportamiento. La duda es si llegará esa sintonía para el Mundial.
De todas formas, la óptica con la que se mire este proceso mundialista debe estar marcada por un principio que ayudará, precisamente, a evitar angustias y dolores innecesarios: Ecuador, con clasificar, ya cumplió con su meta. Lo que pueda venir ya es cosa de ganancia.
A los que esperan logros extras como octavos, cuartos y demás clasificaciones, habrá que recordarles que la ruta ha sido muy larga y que exigir, obviamente, deberá estar en proporción a la edad y al roce del equipo. No a las aspiraciones mediáticas o de la opinión pública.
Ya vendrá un tiempo, mejor en todos los aspectos, para plantearse diferentes objetivos y presupuestos. Hoy, en el Mundial, hay la obligación de disfrutar.
