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El Telégrafo
Samuele Mazzolini

Nuit Debout y la hegemonía

19 de abril de 2016 - 00:00

Ernesto Laclau solía recordar lo acontecido tras el Mayo francés del 68 para explicar el concepto de hegemonía. Las combativas manifestaciones de esa primavera fueron inmensas, decía, pero no tuvieron mayor desenlace político en lo inmediato justamente porque nadie logró articular los diferentes sectores y darle una continuidad política. De tal manera que en la siguiente ronda electoral de junio fue Charles de Gaulle quien se aprovechó de la situación de desorden y, sin que la gente fuese particularmente golista en esa coyuntura, aseguró el éxito de su sucesor Pompidou.

¿Se puede aprender algunas lecciones del pasado? En esta semana, Francia atraviesa un momento de reactivación da las luchas. Bajo el lema ‘Nuit Debout’ (noche de pie), trabajadores y estudiantes han dado vida a una vital arremetida en contra de la nueva ley del trabajo propuesta por el Ejecutivo de François Hollande. Sin embargo, la fenomenología de la protesta es particularmente rica y no se limita a una mera oposición gobierno-sindicatos susceptible de una veloz cooptación. El repertorio desplegado contempla a la vez instrumentos clásicos e innovadores y, sobre todo, la lucha no responde al mando de actores ya desacreditados. El rasgo distintivo ha sido la sucesión de concentraciones en las plazas con el intento de quedarse (a lo cual se debe el lema de arriba) y cuyo epicentro ha sido la parisina Place de la Rèpublique. Movilizaciones de varios tipo han empezado a propagarse también por colegios, universidades, puertos, fábricas, etc.

Lo más importante reside en la apertura de varios frentes: de tal manera, la protesta trasciende su motivación inicial y empieza a hacerse cargo de una pluralidad de reivindicaciones. Se habla de la (contra)reforma impulsada por la ministra del Trabajo Myriam El Khomri naturalmente, pero también se dibujan conexiones con otros pleitos laborales, con temas educativos, con los desalojos de los refugiados.

Ante este escenario, se ha hablado de una ‘convergencia de las luchas’. Se trata sin duda de un avance crucial con respecto a la presencia de diferentes actores en movimiento que avanzan sus peticiones de manera corporativa, sin mirarse entre sí. La pregunta es si de esta situación de efervescencia pueda surgir algo que desdibuje el actual arreglo político y contrarreste el ascenso del Frente Nacional de Marine Le Pen.

Por eso es crucial volver a la cuestión inicial, es decir la hegemonía. Haciendo una comparación con España, se puede decir dos cosas al respecto. La primera es que el 15M reveló un malestar muy amplio en la sociedad española que no se expresaba con las metáforas de la izquierda y que no se limitaba a los sectores militantes.

Paralelamente, las reivindicaciones articuladas iban más allá de la contestación de la lógica del capital. Nuit Debout, en este sentido, parece aún atada a un desafío más clásico, pero tal vez poco llamativo para muchos sectores. Si escuchamos por ejemplo a Frédéric Lordon, un economista radical involucrado en las manifestaciones, habría incluso que evitar congregar la gente alrededor de la ‘vaga’ indignación hacia la desigualdad de la riqueza.

El segundo punto es que, si no se quiere replicar el fracaso del Mayo del 68, algún actor tendrá que tomar la posta y elevar estas demandas al plano institucional. La movilización a ultranza es una quimera movimentista que puntualmente lleva las mejores luchas al agotamiento. Los movimientos siempre están ya en el terreno del Estado: una relación de pura exterioridad es puro dogmatismo. Es por eso que, tal como lo hizo Podemos, para que algo cambie habrá que subirse las mangas y ensuciarse las manos. (O)

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