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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

Nuestro silencio será más poderoso

02 de mayo de 2014 - 00:00

Mientras más de seiscientas dignidades presenciaban la presentación de la Estatua de la Libertad en 1886, ocho líderes de la clase obrera de Chicago permanecían encerrados en la cárcel del condado Cook. Los líderes habían sido condenados por conspirar para lanzar una bomba que mató a un policía en una manifestación de trabajadores en la plaza Haymarket, el 4 de mayo de 1986. Cuatro de ellos, Albert Parson, August Spies, George Engel y Adolph Fisher, serían colgados el 11 de noviembre de 1887.

En 1886, los eventos en Haymarket eran ampliamente más importantes que la dedicación de la Estatua de la Libertad. Sin embargo, se ha movido la atención nacional hacia una representación patriótica y falsa de la estatua, mientras las protestas han quedado mayormente en el olvido.

“Dame tus cansadas, tus pobres masas hacinadas/ El desamparado desecho de vuestras rebosantes playas/ Manda estos, los que no tienen hogar, lanzados por la tempestad hacia mí/ Yo levantaré mi lámpara al lado de la puerta dorada”.

Un país que ciertamente se fundó a base del trabajo de migrantes y cuya economía se sostiene, en parte, gracias al trabajo barato ofrecido por los migrantes, tiene una cruel e irónica manera de reconocerlos. Días de ocho horas sí, pero siete de los ocho condenados eran migrantes. Y mientras en los últimos cien años el mundo ha reconocido cada vez más derechos de los trabajadores, comenzando por la dignidad, en la cuna del capitalismo, la fuerza movilizadora sigue siendo la libertad individual atada a tu cuenta bancaria.

Y todo estaría bien si no fuera Estados Unidos el que diseña, o que ha diseñado, la política económica del mundo. O por lo menos de América Latina. Y hemos sido eficientes en despojar de dignidad al trabajador y de derechos al ciudadano. Puede sonar a retórica cansona y anacrónica, pero el estado sustancial de la igualdad en el mundo solo ha empeorado.

Hay una lucha fundamental que debemos recordar en el Día del Trabajo. Hay un reconocimiento que debe trascender: es que hay alguien que luchó y murió por un ideal más grande que el individuo. Hay alguien que luchó y murió por esos derechos que ahora atribuimos como fundamentales, pero que fue esa lucha que logró que se impusieran sobre el capital. Sí, que lograron trascender el capital. Esa es la lucha fundamental.

“Llegará el día en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que están ahorcando hoy”. Las últimas palabras de August Spies mientras esperaba, encapuchado y con la horca al cuello, ser ejecutado.

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