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El Telégrafo

Nuestra peligrosa comedia

22 de junio de 2012 - 00:00

Deben existir 50 razones para no darle asilo político a Julian Assange. Razones que van desde nuestra realidad geopolítica hasta nuestra actualidad diplomática. Al final del día, ¿qué tan conveniente puede resultar albergar a quien ha tenido el encargo de incomodar la política internacional de Estados Unidos? Seríamos, en el menor de los casos, el blanco de todas aquellas burocracias internacionales que son, de una u otra manera, manejadas o abiertamente presididas por EE.UU., que no dudará en desplegar todo su arsenal institucional para intimidar a los albergadores de quien comprobó todo aquello que alguna vez fue descartado como conspiración o elucubración teórica.  

Uno tiene que estar consciente de que, desde el inicio, Julian Assange cometió un crimen. Revelar cables secretos de un Estado, publicarlos y masificarlos es un delito. Uno muy grave, por implicaciones que van más allá de la humillación internacional y la abierta evidencia de la manera que se maneja la diplomacia desde los Estados Unidos. Y estoy seguro de que Assange lo sabía. Todo esto entendiendo los cargos por asalto sexual como una fachada para su eventual extradición a Estados Unidos. También debemos admirar la manera en que Assange orquestó su posible escapada. Los cables, las entrevistas, los programas y las adulaciones públicas hacia esta tierra de libertades no podían ser gratuitas.

Todas estas interacciones parecen haber encontrado un fin útil para los intereses (mantenerse libre como primer interés) de Assange y puede que la estrategia dé resultado. Es decir, no a cualquiera le reciben una carta dirigida al presidente.

Y, pese a todo, tenemos nuestras razones. Una coherencia de postulados ideológicos: somos hijos de la libertad y cualquier abanderado libertario perseguido por esta condición será bienvenido y eventualmente protegido. Hasta cumple con las condiciones para ser asilado. Debe haber el entendimiento, sin embargo, de que detrás de su loable accionar existe un crimen. ¿Cuál será nuestra postura frente a esto?

Pero más allá de las conjeturas político/diplomáticas y nuestra abnegación de morir por una ideología, también hay un gajo de cinismo cómico. Es una manera de decirle a los Estados Unidos que el mundo no es su patio trasero. Que así como ellos asilan banqueros y ex presidentes corruptos, así como ellos entrenan terroristas y auspician dictaduras, habremos algunos que creamos en más que una unipolaridad política y en su modus operandi. Será una peligrosa manera de decir: ¡aguanta!

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