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El Telégrafo
Sebastián Vallejo

Nuestra distopía, cap. 1: Google

23 de mayo de 2014 - 00:00

Google se ha destacado por hacer dos cosas excepcionalmente bien: almacenar información y usar esta información para ofrecer mejor publicidad. Ha logrado utilizar nuestra información y crear una industria multimillonaria que lucra de lo que estamos dispuestos a ofrecer, voluntaria y gratuitamente. Eso sin descontar la ignorancia propia sobre nuestra información que está siendo recolectada por Google. Así que lo de voluntaria seguramente está escondido en algún párrafo oscuro de los Términos de uso y políticas de privacidad que usted, usuario, dijo leer y lo aceptó alegremente antes de iniciar su cuenta de Gmail o Facebook.

Google tiene publicidad en absolutamente todas partes. Está en su correo electrónico, está en su smartphone, en su tablet, en su computadora. Está leyendo esto a través de la página web de EL TELÉGRAFO, mire a un lado, ahí también está. Pero el toque de Midas de Google es la expansión. Posicionarse en cada elemento en que el consumidor -léase usted, yo y el vecino- puede llegar a distraer un segundo de su atención. Ahora es el turno de las refrigeradoras, paneles de carros, termostatos y, bueno, la imaginación será el límite.

Y son pasos reales. Google ya adquirió Nest, una compañía que fabrica termostatos y detectores de humo inteligentes. La adquirió por $ 3,2 miles de millones. También está buscando activamente la manera de hacer que los sistemas Android se incorporen ahora a los vehículos. En todo este trajín, la empresa ha asegurado que no utilizará estos medios para posicionar su publicidad. De la misma manera que Facebook prometió que no utilizaría los datos de la recién adquirida Moves, una aplicación que registra el ejercicio de los usuarios. Promesa que se perdió un par de semanas después, cuando Moves actualizó su política de privacidad (y a la que los usuarios aceptaron). Ahora Facebook sabe cuántos pasos al día da el usuario de Moves.

El gran problema de estas adquisiciones es que las utilizan tanto como fuentes de generación de información personal (la temperatura que me gusta, las veces que abro mi refrigerador, la velocidad a la que manejo, las rutas que tomo), como de generación de información colectiva (las personas que les gusta el calor también compran más bermudas) y el lugar donde enfoco mi publicidad personalizada (cada vez que voy a la refrigeradora, algún jugoso anuncio con el cual extrañamente me identifico).

A lo mejor estemos en Ecuador lejos de llenarnos de electrodomésticos inteligentes o carros con paneles inteligentes. Pero no tan lejos.

Mientras esperamos nuestro turno, hay alguien que ya sabe dónde pondrá la próxima publicidad para ti. Y a lo mejor nuestra distopía es eso: creer que todavía tenemos libertad de elegir.

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