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El Telégrafo
Xavier Lasso

No solo sepia

27 de marzo de 2018 - 00:00

Esa foto de cuatro expresidentes: Mujica, Lula, Dilma y Correa, que comparten amenamente las vivencias de lo que fue América Latina bajo sus gobiernos y que, sobre todo, sacó a millones de personas de la pobreza, no será, por supuesto, publicada por medio alguno en Ecuador.

Lula está en su cuarta caravana recorriendo Brasil, forma parte de la campaña electoral que le permitiría asumir otra vez la presidencia de su país. Claro que Lula está amenazado con la cárcel porque supuestamente habría recibido sobornos de la mafiosa Odebrecht. Nada se ha probado y, sin embargo, ese es el camino que ahora usan para impedir la vuelta de ese pasado y la derecha está empeñando sus mejores esfuerzos para impedir que, esa foto del recuerdo, adquiera actualidad.  

En Santana do Livramento y Rivera, Brasil y Uruguay, existe ese parque binacional que permite que cada quien desde su lado pueda conversar, estrechar las manos, desde territorios fronterizos únicos, y con todo el simbolismo que echa abajo barreras, prejuicios, temores. Lula y Mujica conversaron como amigos que se respetan y se quieren. No dejaron de hacer críticas y mea culpa. Mujica abogó por el rejuvenecimiento de la izquierda, por la incorporación de muchas más mujeres a la política.

Luego, cuando se incorporaron Dilma y Correa, este último aprovecho para repetir que vivimos un nuevo plan Cóndor sin botas militares, porque la derecha ya no las necesita porque ahora cuenta con la complicidad de los medios de comunicación y la judicialización de la política, persiguiendo y encarcelando. En efecto, la foto nos remite al pasado, lleno de grandes logros sociales, de tareas inconclusas, ahora frustradas más bien; muchos señalarán, o privilegiarán, el tema de la corrupción, el gran borrador de la historia.

Frente a la corrupción no hay complicidad posible, menos con los altos cargos de cualquier gobierno; debemos ser implacables con aquellos que han traicionado la fe pública, no cabe duda alguna. En Brasil, por la falta de pruebas contundentes, o el forjamiento de algunas de ellas, el mismo Lula es una suerte de víctima; la gente ha empezado a cansarse y está dejando de prestar atención al politizado discurso anticorrupción.

No es porque ahora, de repente, como sinvergüenzas totales, la corrupción nos tiene sin cuidado, convirtiéndonos en alcahuetes sin principios; no, la cuestión es que un tema de responsabilidades éticas y judiciales se transformó en materia política partidista y mediática.

La foto proscrita, en un país de tantos bloqueos mediáticos, no se hará sepia, de todas maneras alguien rescatará sus colores. (O)

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