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El Telégrafo

No ofendan más al poncho

13 de marzo de 2012 - 00:00

Con la desconfianza propia de quien ya fue engañado, el pueblo ecuatoriano observó a Rafael Vicente Correa Delgado, un hombre joven que saltó al mundo de la política, explicando su credo con gracia, liberalidad y esplendor. 

Fue amor a primera vista. La pasión cívica adormecida durante largo tiempo explosionó en el corazón de la gran mayoría, y le confiaron el cargo de Presidente Constitucional del Ecuador.

Desde el comienzo jamás cometió los errores que habitualmente cometen los debutantes, porque su gran inteligencia le permitió poner en práctica la excelente instrucción  que él mismo se proporcionó.  Y con acerada voluntad trabaja todos los días, cual titán, por el bien común y la justicia distributiva.

Por la autoridad y poder de la Revolución Ciudadana, se han hecho carne y acción dos ideas fundamentales: Que todos nacemos iguales ante la ley y que el capital no puede ser más importante que el ser humano. Se acabaron los privilegios de quienes siempre tuvieron poder político y económico, indistintamente del gobierno de turno.   

Pero las jaurías de los vendepatria y de los indolentes al dolor ajeno sueñan con una contrarrevolución. Es la última posibilidad de meter nuevamente sus garras  pecadoras en la administración pública, pues no aceptan que el tren se les pasó.

Al repulsivo grupo electorero que hizo y deshizo en el Ministerio de Educación en varios gobiernos se ha unido el bobote conocido en el mundo de la risa como “Ñaño Lelo”, la inexpresiva y descerebrada extrema derecha, el torpe ecologista que perdió su tiempo estudiando economía y, para completar las  defectuosas y ridículas figuras del Halloween politiquero, no podía faltar Gutierrín, el único ecuatoriano que ha hecho una maestría en los Estados Unidos, en gimnasia.

Estos 14 vagos decidieron alquilar los servicios de una desacreditada dirigencia indígena, para que haga bulto en una marcha insulsa y despistada, que carece de sentido y dirección. Y hoy son 172.

El mismo día que se inició la “Marcha Pasmada”, Día Internacional de la Mujer, el compañero Presidente convocó a las mujeres ecuatorianas a la Plaza Grande de Quito, y su emotivo saludo les robusteció las esperanzas.

La generosa presencia que acudió al llamado fue apoteósica. Y envió   a los indígenas un mensaje clarísimo: No ofendan más al poncho. No sean torpes en desafiar al líder de un pueblo que camina unido, y enfiestado.
¡Porque fiesta será cuantas veces el pueblo ecuatoriano decida salir a   respaldar al compañero presidente Rafael Correa!

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