La transgeneridad y las consecuencias jurídicas que emanan de la reasignación de género, resultan ser temas de mucha complejidad, más aún si se trata de niñas, niños y adolescentes.
El pensar que puedan existir niñas y niños transgénero, sigue siendo un tema tabú, aunque la literatura internacional refiere que las personas transgénero se dan cuenta de que su identidad de género no coincide con su sexo biológico, generalmente, en la primera infancia.
Estos niños, niñas y adolescentes amenazan la construcción de género binaria tan enraizada en sociedades como la nuestra, donde la infancia es entendida como una etapa de la vida desvinculada a la sexualidad y, por lo tanto, donde se invisibiliza y niega todo lo que refiere a la diversidad de género.
Estos niños y niñas al cuestionar su sexualidad también cuestionan nuestros parámetros sociales, por ello son vistos como una “amenaza”, aunque sean la evidencia misma de que la identidad de género, más que una construcción inmóvil y binaria, es un abanico de posibilidades.
La transgeneridad no es causada por una crisis familiar, por el abuso sexual o por un estilo parental de tipo estricto o liberal. Tampoco es una fase, una elección o incluso una enfermedad, es simplemente la expresión de la diversidad humana, cuyas causas pueden ser explicadas por razones biológicas, más que por componentes sociales o por la historia de vida de una persona.
Al tratar de expresarse conforme sienten, estas niñas y niños no están desafiando la autoridad de sus padres, no requieren mayor disciplina, tampoco están pasando por una etapa, simplemente están demostrando una inconformidad derivada de la incongruencia entre su género asignado al nacer y su sexo biológico.
La hostilidad e ignorancia de una sociedad que los culpabiliza por no adaptarse a las tradicionales normas de género, sumada a la angustia de sentirse atrapados en una vida irreal, hace que estas niñas y niños sientan que nacieron no solo en un cuerpo equivocado sino en una sociedad equivocada. (O)
