Ha sido el nieto 114 recuperado por Abuelas de Plaza de Mayo. Guido (o Ignacio, como lo llamaron quienes le dieron crianza) es tan enormemente importante como cada uno de los anteriores, sin dudas no más que ellos. Hijos de desaparecidos, de padres secuestrados, torturados, asesinados y luego con sus cuerpos escondidos por la dictadura de Videla. Sin embargo, este caso ha producido más conmoción que los previos: es el nieto de Estela de Carlotto, máxima dirigente de las Abuelas, exdocente que llevaba cerca de 40 años con la esperanza -siempre incierta y siempre renovada- de encontrar al nieto que le había sido arrebatado a su hija en un campo clandestino de detención.
Guido representa, de alguna manera, a todos los nietos recuperados. Las reacciones ante su encuentro han sido de casi unánime alegría. Por una parte, porque la Sra. de Carlotto es una mujer encantadora, paciente, tolerante, tan firme en sus convicciones como delicada en su lenguaje y sus maneras. Por otra, porque se ha ido imponiendo de a poco al conjunto de la sociedad -contra lo que se creía al final de la dictadura- que los desaparecidos no estaban en Europa ni se habían autoocultado: que efectivamente habían sido secuestrados y asesinados por vía de un sistemático y siniestro plan, como han mostrado claramente los juicios a responsables de la represión ilegal. Por último, porque, para quienes sufrieron la dictadura, es esta una reparación tardía y limitada, pero no por ello menos cierta y contundente.
No faltó algún energúmeno que se creyó protegido por las redes sociales y desde el sur del país lanzó que la Sra. de Carlotto y Hebe de Bonafini (líder de Madres de Plaza de Mayo, también muy querida, si bien de muy diferente estilo personal) debían ambas ser asesinadas con un tiro en la nuca, por no haberse ocupado de que sus hijos -que militaron incluso con conciencia de la posibilidad del tormento y la muerte- fueran ‘personas de bien’, ‘útiles a la sociedad’, trabajando como ingenieros o abogados, haciendo buen dinero personal sin ocuparse de enojosos asuntos sobre la distribución social del poder y de la riqueza.
Tampoco faltaron algunas alegrías hipócritas. Hay sectores de las oposiciones políticas genuinamente satisfechos con el resultado de esta historia político/familiar, pero hay otros (algunos del derechista PRO, sectores retrógrados de la Unión Cívica Radical y del llamado Frente Renovador) que -es obvio- se vieron obligados a fingir alegría. Partidarios del autoritarismo y del ‘orden a cualquier precio’, de la actual pretensión de ‘mano dura’ contra lo que califican de ‘inseguridad’, salieron a decir inconsistencias tales como, por ej., que el encuentro de Estela de Carlotto y su nieto ‘no debía politizarse’. Un hecho netamente político, según ellos, no debía tener lectura política.
Y claro, es que esa lectura muestra quiénes han sido los artífices de este encuentro: en este caso las Abuelas, y por cierto también la nítida política de derechos humanos del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, que continúa la iniciada en 2003 por su hoy fallecido esposo Néstor. Sin esas políticas, no se darían estos encuentros que han llegado a 114, y que prometen ser muchos más desde ahora. Diego Montoya Carlotto -el nombre que le correspondería acorde a sus asesinados padres carnales- es un músico que ha encontrado a su abuela, pero no como en un cuento de hadas, sino como logro restituyente de concretas y efectivas políticas de memoria y reparación.
Igual, los padres de Guido -la hija de Estela de Carlotto y su compañero- están muertos, y murieron como fruto de la barbarie del terrorismo de Estado. Esto no debe olvidarse, porque en Argentina hoy todos se presentan como democráticos, pero hay sectores retrógrados que apoyaron la dictadura y sus métodos y -lo peor- los siguieron apoyando por varias décadas después de terminado el período del horror dictatorial.
