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El Telégrafo
Juan J. Paz y Miño C.

Ni impuestos, ni Estado

03 de agosto de 2015 - 00:00

Como profesor en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y desde hace varios años, he trabajado sobre el tema de los impuestos en Ecuador. Sobre ese antecedente, con el auspicio del Servicio de Rentas Internas (SRI) y el aval académico de la PUCE, está en circulación el libro Historia de los Impuestos en Ecuador”, en versión electrónica (bajarlo en PDF desde: http://goo.gl/H5tk8f).

Demuestro allí que a raíz de la fundación de la república (1830) y bajo la vigencia del régimen oligárquico-terrateniente, una élite de familias consagró la riqueza como fundamento del poder político, excluyó a casi toda la población de la democracia y garantizó sus propiedades y dominio en las sucesivas Constituciones. En consecuencia, un Estado raquítico apenas se mantuvo con algunos impuestos indirectos, estancos y créditos de los bancos privados, pues los únicos directos fueron el tributo de indios (abolido en 1857) y el diezmo (abolido en 1900).

Recién con la Revolución Juliana (1925) se inició un largo proceso para la institucionalización de impuestos, pues los gobiernos julianos fueron pioneros en imponer el papel regulador del Estado sobre la economía y en establecer claros impuestos sobre rentas, ganancias del capital, patrimonio urbano y rural y sobre herencias.

Desde entonces, sectores empresariales y élites adineradas han cuestionado todo “estatismo” y se han resistido al pago de impuestos, transmitiendo un criterio que favoreció la práctica de la evasión tributaria.

Es un mito histórico sostener que en Ecuador los impuestos han frenado el desarrollo nacional, son altos y demasiados. Todo lo contrario. Frente a otros países de América Latina, el Ecuador siempre padeció de bajos y aún pocos impuestos, por lo cual el Estado difícilmente podía desarrollar obras públicas y extender servicios. La pobreza no  se debió únicamente a la explotación laboral y al dominio político de élites carentes de conciencia social, sino también a la incapacidad del Estado para atender a la población por falta de recursos. El discurso antiestatista ha sido levantado por quienes siempre resistieron cualquier mínima redistribución de la riqueza mediante los impuestos directos y progresivos.

Contrariamente a lo que se cree, las épocas históricas en las cuales pocos gobernantes ecuatorianos lograron imponer regulaciones económicas estatales y promovieron obras y servicios públicos, son las que han posibilitado algún adelanto nacional y social. El ‘desarrollismo’ de las décadas de 1960 y 1970 lo prueba. Paradójicamente, durante las dictaduras de los setenta, se rebajaron y hasta suprimieron impuestos porque se confió en los ingresos petroleros.

Desde los ochenta, progresivamente se edificó un modelo empresarial-neoliberal que retiró al Estado, alivió impuestos y hasta suprimió en 1999 el impuesto a la renta. Hubo alta evasión tributaria.

Sobre esas herencias, recuperar hoy el rol impositivo del Estado ha provocado serias resistencias. Y eso que aún estamos lejos de la cantidad y porcentajes de impuestos que en Europa han sostenido el capitalismo social. (O)

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