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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Ni diciembre, ni Benalcázar

03 de diciembre de 2014 - 00:00

Una canción del grupo musical-humorístico argentino Les Luthiers habla de un personaje llamado el Adelantado Rodrigo Días de Carreras que llega a Venezuela a fundar la ciudad de Caracas “que ya estaba fundada, y él no lo vio”… Al escuchar esa broma nos reímos sin saber que, como todo producto artístico, por humorístico que sea, encierra una gran verdad respecto de bastantes de las ciudades ‘fundadas’ por los conquistadores españoles en territorio americano.

No es el momento de renegar de una historia que no se puede cambiar, por dolorosa que haya sido. Sin embargo, como toda creación humana, o como toda reflexión humana sobre los hechos del pasado, la historia que se relata no es absolutamente inocente.

La ciudad de Santiago de Quito fue fundada originalmente por Diego de Almagro en lo que hoy es Riobamba, en agosto de 1534. Luego, por órdenes de Francisco Pizarro, y en medio de una lucha de poder entre Almagro y Benalcázar, fue trasladada al asentamiento de la antigua ciudad conocida por la población indígena como Quito y se la renombró San Francisco de Quito. La orden de realizar este cambio de sitio fue impartida por el mismo Pizarro. Otras versiones dicen que el nombre de San Francisco se debe a que mientras Benalcázar intentaba alcanzar el punto enfrentando a los ejércitos de Rumiñahui, otro grupo de conquistadores llegó a la actual ciudad de Quito el 4 de octubre del mismo año (fiesta de San Francisco de Asís).

Sin embargo, en los albores de la década del sesenta del siglo pasado, una serie de factores confluyó para dar lugar a la tradición de las fiestas de Quito: una fábrica de licores que quería potenciar sus ventas, el invierno peninsular y la consiguiente caída del empleo taurino en aquellas época… Entonces se establece la Serenata Quiteña que en las frías noches decembrinas necesita de un traguito (solución para la fábrica) y viene acompañada por el valor agregado de una feria taurina en donde empresarios nacionales y toreros internacionales se verían ampliamente beneficiados.

No se va a negar que en torno a eso se ha construido un importante aparato festivo-cultural del que toda la ciudad ha disfrutado grandemente, y del que se han beneficiado grandes y pequeños empresarios de todo orden. Y tampoco se va a renegar del necesario homenaje a una tierra que acoge a cientos de miles de ecuatorianos (unos más agradecidos que otros), pero tal vez es bueno conocer los orígenes de esta celebración para situar los hechos en su justa perspectiva.

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