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El Telégrafo
José Vales

Así en la tierra como en cine

02 de agosto de 2019 - 00:00

Si lo contemplásemos como una película, el mundo bien podría ser una de Charles Chaplin. Si vemos a nuestro alrededor y surgen las imágenes de Boris Johnson, nuevo primer ministro británico; Jair Bolsonaro, en Brasil; Kim Jong un, el todopoderoso líder coreano o Donald Trump, hasta me animaría a convertirme en guionista de cine.

Aunque más no sea por unos minutos y a modo de diversión porque la televisión no se puede ver por lo mala, las redes me saturan lo que me queda de neuronas, y en el cine, Coppola está en retiro efectivo y John Ford hace años que nos dejó su legado en un par de joyitas. Incluiría como actor de reparto a Nicolás Maduro, ¿cómo lo podría dejar afuera? Y para debutar propondría el remake de El Gran Dictador, con un final trágico y un poco menos de ironía que el gran Charlot.

Y es que Trump no juega con el globo terráqueo, va encendiendo las mechas de esa esférica bomba de tiempo en la que se convirtió el planeta al anunciar que va a tasar las importaciones chinas con un impuesto del 10%. Mientras un Juan Guaidó, el presidente de la Asamblea Nacional venezolana, que pugna por iniciar una transición en su país, grita en primer plano: “A los refugios”.

Solo basta observar cómo China viene reconstruyendo una nueva ruta de la seda, con sus productos para ir avanzando comercialmente sobre buena parte del globo, ante la desesperación de Occidente. Por eso lo de Trump, este jueves 1 de agosto de 2019, aparece como un gesto casi de desesperación de un hombre que hace ya rato que dejó los reality shows y cada vez más se deja seducir por las películas bélicas. Lo viene demostrando en su conflicto con Irán y con Beijing, nada menos.

En otras secuencias no tan graves, pero no menos dramáticas para sus habitantes, en Gran Bretaña, un Johnson, siempre mostrándose fuera de tiempo y lugar, debe liderar la salida del Brexit, y Bolsonaro (que bien daría el protagónico, si lo de él en el Gobierno fuera más serio) se mete con la represión en la última dictadura en Argentina, antes de resolver uno, tan solo uno, de los problemas estructurales que padece ese país continente.

El único problema, por ahora, es que me quede sin final, al menos, uno que no sea tan obvio como el que se desprende de esta realidad, que se empeña en superar la ficción. (O)

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