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El Telégrafo
Helena Humphrey

El cuerpo femenino no es campo de batalla

28 de abril de 2019 - 00:00

Las guerras se libran con fusiles y granadas, morteros y proyectiles. Las escenas son familiares. Los reporteros de televisión, con chalecos antibalas, comprueban sobre el terreno el tipo de misil que cruza el cielo sobre sus cabezas. Las cifras de víctimas y desplazados por el conflicto ocupan los titulares.

Pero también hay otros campos de batalla en los que se libran guerras, tan íntimas, que a menudo no se nombran en los libros de historia, los registros judiciales y los reportes de los medios de comunicación. En los conflictos, los cuerpos de las mujeres terminan también convertidos en campos de batalla.

Desde que los primeros ejércitos marcharon a la guerra, la violencia sexual acompaña las batallas. Sin embargo, seguir permitiendo y acaso legitimando así su uso como arma es un crimen en sí mismo. Como miembros de la comunidad internacional, es hora de dejar de observarlo en silencio.

Las reglas de la guerra se establecen en el derecho internacional humanitario. “La ley es clara: la violación y otras formas de violencia sexual son una transgresión”, dijo Peter Maurer, presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja, en febrero. “Los Convenios de Ginebra hicieron esta prohibición clara y universal, y aun así, 70 años después, seguimos enfrentando fallos de comportamiento y responsabilidad”. De hecho, es difícil exagerar sobre cuánto trabajo queda por hacer. En las guerras modernas, las líneas de combate se están desvaneciendo, llevando el conflicto directamente a los hogares civiles, donde las familias no escapan de la violencia.

La violencia sexual tiene un tipo particular de intención, a diferencia de cualquier otra arma que se empuña en un conflicto. Cuando las bombas aplanan los techos, los vecinos se asisten mutuamente. Incluso los soldados están obligados a prestar primeros auxilios a sus enemigos gravemente heridos. Pero los sobrevivientes de violaciones y abusos sexuales a menudo se encuentran estigmatizados y son expulsados de sus propias comunidades. La violación corta la trama social, y es eso precisamente lo que se propone lograr: tácticas sistemáticas para asustar, estigmatizar, enfermar o dispersar. (O) et Tomada de DW

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