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El Telégrafo

Mr. Antidiplomático

26 de noviembre de 2013 - 00:00

En un pasaje poco conocido de sus cuadernos de la cárcel, Antonio Gramsci delinea brevemente el perfil del diplomático, oponiéndolo al del político. El diplomático, escribe Gramsci, no puede moverse por su cuenta en la realidad efectiva, porque su actividad específica no es la de crear nuevos equilibrios, sino la de conservar dentro de ciertos marcos jurídicos la realidad existente. Considero improbable que el embajador estadounidense en Quito, Adam Namm, se haya entretenido en sus años universitarios con las lecturas del marxista italiano, injustamente excluido de la mayoría de los pénsums de ciencia política y relaciones internacionales. Sin embargo, es justo suponer que Namm haya leído decenas de manuales y de tratados diplomáticos, en los cuales se explica con abundancia de detalles el papel no creativo y sustancialmente neutral de la diplomacia. Defensa de los intereses del propio país sí, pero en el respeto de la soberanía del país anfitrión. Son principios cristalizados en la Convención de Viena, el ABC del derecho internacional. No hace falta Gramsci.

El embajador estadounidense Namm juega al juego de Correa, otorgándole la posibilidad de desplegar nuevamente ese potente recurso discursivo.Evidentemente todo esto es válido en la teoría, y si Namm hubiese hablado como habló hace algunos días solamente diez años atrás, casi nadie habría encontrado sus palabras objetables. Esto se ha reflejado nítidamente en la actitud de la mayoría de la prensa ecuatoriana -cuyos relojes, al parecer, han parado de registrar el avance del tiempo-, la cual se limitó a reportar lo sucedido, sin comentarlo, como si  fuera algo totalmente normal. Tras las revelaciones de WikiLeaks que han arrojado luz sobre el ‘sale y entra’ de la embajada norteamericana de estos periodistas, este silencio, la verdad, no sorprende.

Lo que sorprende, en cambio, es la falta de interpretación de la realidad en la cual se encuentra Namm. Digámoslo claramente: EE.UU. desearía un regime change en Ecuador, Correa no es de su agrado. Una manera sutil y efectiva -excluyendo el juego sucio- sería la de no proveer insumos para que mantenga su hegemonía. ¿Qué hace Namm en cambio? Cuestiona decisiones sobre las cuales Ecuador goza de total autonomía en un ambiente político donde la reivindicación de la soberanía ha sido una de las más movilizadoras. De esta manera, juega al juego de Correa, otorgándole la posibilidad de desplegar nuevamente ese potente recurso discursivo.

Errores de pipiolo, aunque Namm no es, currículo a la mano, ningún neófito de la diplomacia. La otra posibilidad -que atenuaría solo parcialmente las responsabilidades del embajador- es que haya sido simple portavoz de una línea dictada por el mismo Departamento de Estado, sobre todo a la luz de la posterior defensa ofrecida por Roberta Jacobson, secretaria de Estado adjunta para asuntos del Hemisferio Occidental. Menos mal que hace pocos días, en un discurso ante la OEA, el secretario de Estado Kerry declaró que se acabó la doctrina Monroe.

Sea como fuere, esta torpeza nos viene bien, ya que nos hace mantener los ojos abiertos para que la historia de abusos y atropellos a los cuales se ha sometido al país -y al continente- no se vuelva a repetir.

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