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El Telégrafo
Xavier Lasso

Miseria de justicia

10 de abril de 2018 - 00:00

“Podrán matar una, dos o cien rosas, pero jamás conseguirán detener la llegada de la primavera”. Dicho anónimo de una mujer, citada por Lula, que tiene ahora mucho sentido a propósito de la condena al mismo Lula por parte de un juez, Moro, que no ha tenido vergüenza al reconocer que carece de pruebas, sí mucha convicción para encarcelar al político brasileño que aún conserva la más alta opción de repetir otro mandato presidencial.

Esa es, en efecto, la verdadera razón de la condena. La derecha de ese país, con prácticas muy violentas, con pasado de oprobio y miseria, que hoy exhibe un candidato, Bolsonaro, al que le resulta imposible ocultar su matriz fascista, ha forjado unas pruebas para apartar a Lula de la contienda electoral. El famoso “triplex” es invento de los medios de comunicación, los poderosos medios de Brasil, con O’Globo a la cabeza.

En ese turbio escenario, los diarios locales -fueron los del sábado- titularon que Lula no planea entregarse a la “justicia”. La primera reacción es de asombro: ¿cómo unos medios que se supone deben contextualizar optan por encabezados tan parcializados?

Eso tendería a demostrar que contra Lula, mensaje incluido para los demás líderes populares de la región, existe una conspiración internacional que procurará, a todo trance, evitar la vuelta de la tendencia progresista al poder.

¿Es el juez Moro, que en su mediático comportamiento no le importa aparecer en la foto con el golpista Temer, la verdadera representación de la justicia? ¿Qué justicia?, como ha preguntado el mismo Lula y buena parte de Brasil y América Latina. Lula corrupto, es el otro “mantra” que se repite para alojarlo en la mente de cada uno de los brasileños. Misma letanía que, otra vez, se pretende esparcir al resto de la región.

Escuchando el discurso de Lula, en una tarima improvisada frente al sindicato de metalúrgicos de Sao Pablo, y en el que anunció que sí se entregaría, sin inmolarse como Getulio o Allende, me pareció que la historia se repetía: su verdadero crimen fue soñar que sí se podía gobernar para los pobres de Brasil; que los pobres tengan oportunidad de una buena educación; que un sindicalista sin título académico, pero con estudios de antropología, sociología, economía, adquiridos entre cientos de compañeros a los que reconoció sus únicos maestros, llegase a la presidencia es su crimen para la blanca y racista Brasil.

Sin verdaderas pruebas y con apuros evidentes, con presiones militares incluidas, a Lula se lo mete en la cárcel, pero no será este el episodio final de semejante vergüenza: todo un pueblo no cabe en una celda. (O)

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