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El Telégrafo

Mi queso rancio

21 de julio de 2011 - 00:00

Observando el panorama político actual en nuestro país, recordaba una obra muy entretenida, titulada: “¿Quién se ha llevado mi queso?”, escrita por el escritor y médico estadounidense Spencer Johnson, que nos enseña a vivir y adaptarnos a un mundo en constante cambio. Los cuatro personajes imaginarios presentados en esta fábula, los ratones “Fisgón” y “Escurridizo”, y los liliputienses “Hem” y “Haw”, pretenden representar las partes simples y complejas de nosotros mismos, independientemente de nuestra edad, sexo, raza o nacionalidad. A veces, podemos actuar como “Fisgón” que fisgonea y detecta pronto el cambio, o como “Escurridizo” que se apresura hacia la acción, o como “Hem” que se niega y se resiste al cambio, por temor a que conduzca a algo peor, o como “Haw” que aprende a adaptarse a tiempo, en cuanto comprende que el cambio puede conducir a algo mejor. Tal y como expresaba el también novelista y médico británico Archibald Joseph Cronin: “La vida no es ningún pasillo recto y fácil que recorremos libres y sin obstáculos, sino un laberinto de pasadizos, en el que tenemos que buscar nuestro camino, perdidos y confusos, detenidos, de vez en cuando, por un callejón sin salida. Pero, si tenemos fe, siempre se abre una puerta ante nosotros; quizá no sea la que imaginamos, pero sí será, finalmente, la que demuestre ser buena para nosotros”. A propósito de lo que acabo de exponer, ¿no creen ustedes que en la vieja clase política predominan el pesimismo y la resistencia al cambio, porque los políticos de la larga y triste noche neoliberal, todavía enquistados en la Asamblea Nacional, consideran que el Ecuador es un país subdesarrollado, donde una oligarquía que detenta los escasos medios de producción se contenta con sacar provecho rutinario de ellos, sin espíritu realmente emprendedor e innovador, con mentalidad cuasi feudal, con poco sentido progresista, preocupados solamente en sus propias finanzas y siempre en dependencia de los intereses extranjeros? Ahora bien, ¿por qué no reflexionan un poco? Si en efecto nuestro país es subdesarrollado, todo está por hacer en él y, por tanto, la tarea es inmensa. Dejen ya de defender sus propios intereses y los bolsillos de los grupos de poder económico que provocaron la quiebra financiera y bancaria que pauperizó a muchas familias ecuatorianas.

No deben nuestros asambleístas caer en las añejas prácticas de las componendas políticas para el reparto de cargos públicos y prebendas para los antiguos diputados y sus familias. Ese era el viejo país, y no volverá. La imaginación creadora, el entusiasmo y la libertad de decisión del gobierno de la Revolución Ciudadana está venciendo todos los obstáculos que se interponen en el camino para alcanzar un Ecuador inclusivo, en el que todos los ciudadanos tengamos igualdad de derechos y oportunidades.

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