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El Telégrafo

Mi facultad

10 de diciembre de 2013 - 00:00

La facultad de Agronomía y Veterinaria de la Universidad de Guayaquil (1950) se inició dependiente de la facultad de Ciencias Económicas y Médicas, veinte años más tarde de fundada la de la Universidad Central.

Los profesores eran en gran parte ingenieros civiles y médicos, pero también hubo agrónomos y veterinarios con posgrados en universidades extranjeras. Desde la institución siempre se mantuvo una política de mejoramiento de la calidad de la enseñanza (los dos primeros graduados fueron automáticamente becados a Turrialba con la posibilidad de que lleguen hasta el doctorado).

Por los años sesenta, con la expansión de los cultivos de exportación, como el banano, que vertiginosamente se acercaba a las 150.000 hectáreas, facilitó las posibilidades de trabajo para los agrónomos en diversas tareas priorizando las fitosanitarias y el manejo y calificación de frutas. Similar situación se experimentaba en países subdesarrollados tropicales de América, con condiciones parecidas al nuestro, en donde se instalaban con apoyo y administración externa instituciones de enseñanza agrícola, modelos tanto en la disciplina como en solvencia técnica, las cuales se destacaban como un diente de oro en una dentadura estropeada.

Esta realidad permitió interrogarnos sobre los resultados obtenidos por las indicadas instituciones en el desarrollo de los países subdesarrollados y, si bien las ciencias son ecuménicas, las técnicas empleadas para aumentar la producción sobre las cuales nuestros expertos habían sido entrenados promovían paquetes tecnológicos producidos en los países industrializados fuera del alcance financiero del pequeño productor, que en nuestro país es mayoría. Todo el aparataje del desarrollo agrícola y nuestros técnicos han mirado obsesivamente al norte buscando soluciones sin observar nuestra realidad.  

Actualmente, la educación superior de nuestro país ha sido evaluada y los métodos empleados no son motivo de esta reflexión, pero no es difícil inferir que el sector de Ciencias Agrarias debe haber pesado en la calificación negativa obtenida.

La facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad de Guayaquil -mi facultad- a partir de los ochenta soportó una grave crisis que amenazó hasta su estabilidad, la actual administración logró rescatar la dirección. Y es de esperarse que la presente crisis general, recurriendo al apoyo de profesionales honestos y altamente calificados, pueda replantear una propuesta técnica y social para el desarrollo del país.

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