El transcurso de los días trae más inquietudes. Desde hace más de un mes, 43 estudiantes del estado de Guerrero están desaparecidos y seguramente muertos. Fueron detenidos por la Policía Municipal, cuando participaban en actividades con el objetivo de reunir fondos para ir a México DF, a fin de asistir a un reclamo que, en forma conjunta con otras organizaciones, estaban preparando. Buscaban mayor participación y atención para ellos y otros sectores olvidados por las alianzas oligárquicas que los gobiernan y que, cada vez más, son penetradas por el narcotráfico.
Después de un obstinado silencio, el Presidente recibió a los padres de los desaparecidos. ¡Qué contraste entre el primer mandatario y las siluetas humildes de los campesinos progenitores de los forzadamente ausentes! Sus miradas eran recelosas ante el ambiente en el cual estaban, pero los identificaba una posición firme, nacida de la desesperación, que exigía respuestas definitivas que no fueron obtenidas. Posteriormente y con medio país encendido en protestas, el Procurador les informó que tres de los posibles asesinos ligados a una banda de narcotraficantes confesaron que los habían asesinado cuando la Policía se los entregó con ese propósito, aunque cerca de 15 ya llegaron muertos por asfixia. Se apresó al alcalde de la población y a su esposa, acusados de haber dado la orden fatídica, pero las investigaciones se detuvieron allí.
Los familiares de las víctimas ya no creen en tal respuesta que, según ellos, pretende echar la culpa únicamente a una de las tantas bandas criminales. Ellos exigían que los técnicos argentinos que examinaban los restos encontrados en una fosa común confirmaran si se trataba de sus seres queridos. Para aumentar el horror, los especialistas han expresado que no corresponden al ADN de aquellos.
No solamente cabe preguntarse incesantemente a lo largo y ancho del planeta cuál fue el destino de los futuros docentes rurales. Se abren otras interrogantes igualmente angustiosas: ¿De quiénes son los cadáveres que se encuentran en uno y otro paraje? ¿Quién responde por ellos ante sus familiares que, seguramente, han recorrido todos los ámbitos en busca de alguna huella del padre, hijo, abuelo, vecino, amigo, que desapareció y nunca fue encontrado? El Procurador no puede decir que “está cansado” y negarse a responder, a nombre del Estado y el Gobierno, al clamor de millares de personas. En estos momentos, la ONU, el Papa y varios organismos regionales y mundiales se manifiestan en Europa, Asia y América, a más de los millones de mexicanos, que ya no aceptan ni silencios ni mentiras.
En esta hora triste para el país en el que se inicia y termina América Latina, las noticias del desastre abarcan también las políticas privatizadoras que eliminan lo que quedaba de la heroica revolución. El Consejo de Estado se negó a admitir una solicitud para que, en referéndum, el pueblo se pronuncie sobre la reprivatización del petróleo; así se consuman ese y otros despojos.
Este nuevo Tlatelolco exige respuestas inmediatas y veraces.
