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El Telégrafo
Gerardo Molina

Messi: El poder del silencioso dictador

10 de agosto de 2021 - 00:52

La conferencia de prensa de Messi marcó sin duda el inicio del fin, el se despidió con lágrimas del Barcelonismo, pero con la mente puesta fuera del lugar que lo acogió y le dio espacio para que se hiciera millonario en dinero y títulos.

Messi habla ante los medios, y deja claro que hizo lo que pudo para quedarse, pero terceros fueron culpables de su salida. El argentino sabía que hoy como nunca antes, el Barza es un club sin proyecto deportivo claro, con una pobre plantilla con una mezcla de jóvenes y veteranos y una serie de directivos ineptos que destruyeron a un club desde sus entrañas.

Messi se hartó hace rato. Se hartó tras los batacazos de las últimas temporadas en Europa, en donde el equipo no competía y el no era capaz de gestionar sus emociones.

Es normal que Messi se harte. Pero también, debería ser normal que los aficionados culés puedan llegar a hartarse del crack argentino. Es un futbolista de 34 que no le debe nada al Barcelona, le ha dado todo a nivel deportivo, de prestigio y de fama internacional. Sus goles, asistencias y su tremenda productividad puso a los culés en lo más alto del futbol mundial.

Todo el que vea las cosas con perspectiva, se darán cuenta que Lionel Messi no ama al Barcelona. Ama su trabajo, su confort, a su familia y sus intereses particulares ante todo. Es una mentira que han vendido desde la prensa sus actos de ‘Barcelonismo’ y sus lagrimas, ha sido un jugador con lo emocional del club.

Messi tiene todo el derecho del mundo a pedir más dinero dentro del juego de la industria deportiva. Como digo, vive de esto y es un profesional que como todos, mira para sus intereses personales como cualquier trabajador que quiere crecer.

Messi cuando pudo irse se fue, antes lo quiso hacer cuando renunció al club enviando el burofax, pero se pudo, pero algo es imposible de eludir, el no ama al Barcelona, tiene afecto y una deuda moral por ser acogido con 13 años y darle un futuro, además tampoco es un fan más del equipo, porque sus acciones así lo demuestran. Por ejemplo al no dar la cara tras la humillación en Champions que perdió ante el Bayern Múnich , él no hablar directamente con el ex presidente Bartomeu, el no mandar un mensaje a la afición, mientras se mantiene en el ostracismo y darle espacio a su padre y manager para que  lancen tiros a la directiva, mientras ello ha provocado en 16 años un ambiente de miedo y miseria en el entorno Blaugrana. 

Messi se convirtió en un silencioso dictador de los vestuarios y nunca fue un líder, marcó la política del club y sus decisiones económicas exigiendo la compra de jugadores que el quería, que estimaba estuvieran a su medida, marcó directivas a directores técnicos luego de la era post Guardiola y decidió como si fuera “un presidente honorario” decisiones empresariales y negociaciones. Manejó las finanzas a oscuras y decidió poniendo monto y plazos a cada renovación.

El pequeño y silencioso dictador se fue, provocando un choque emocional en el Barcelona, su afición y todos sus séquitos que lo llamaron ‘Dios’. Se fue de la peor forma mirando sus intereses y ahora se paga caro el haberle dado tanto poder.

El barcelonismo de Messi es un cuento hermoso de Walt Disney con un final triste hasta las lágrimas.

 

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