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El Telégrafo

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19 de septiembre de 2011 - 00:00

Una revolución, si quiere ser “revolucionaria”, ha de procurar la vigencia de la equidad, la igualdad, la justicia: para ello ha de eliminar los privilegios de primera, de segunda y de tercera. Privilegios para nadie y menos para perjudicar a los de abajo.

Los oportunistas de la izquierda ociosa, pseudorrevolucionarios de escritorio o de café, aquellos que le sacaron el jugo a la mediocridad porque les garantizaba sobrevivir con la ley del mínimo esfuerzo, están movilizados para protestar contra la pretensión de que trabajen 8 horas diarias, 40 horas semanales.

Y, si fuese menester, derramar alguna gota de sangre en la lucha por defender los derechos adquiridos para trabajar medio tiempo en el magisterio y en los hospitales, aunque cada mes cobren los sueldos a tiempo completo y con todas las bonificaciones posibles, ellos están dispuestos al sacrificio.

Conquistaron el ”privilegio” de cobrar completo y trabajar la mitad en un sitio y la otra mitad del tiempo laboral en un segundo sitio, si es que no lo dedican al “dulce no hacer nada” (“dolce fare niente”, de los italianos), tiempo consagrado a fomentar esa mediocridad.

Dedicados a defender los privilegios adquiridos, lanzan dos argumentos, cada uno peor que el otro: que si la sociedad demanda que trabajen a tiempo completo, es decir, el doble de tiempo, entonces que les paguen el doble de sueldo; y que, si actualmente trabajando medio tiempo ellos se cansan mucho, imagínense cuánto se cansarán solo de pensar que los obliguen a trabajar el doble.

Y, claro, hablan de la “persecución gubernamental”, porque ahora los médicos, encima, cuando atienden pacientes en sus consultorios privados tienen que emitir facturas y, en el colmo de la injusticia, tienen que pagar impuestos.  

Pero el espíritu insurgente del MPD, que es el que impulsa la defensa de los privilegios adquiridos, convertidos en derechos a raíz de algunas de sus tradicionales huelgas y paros, no permitirá que se imponga semejante injusticia.

Ahí tienen una explicación más de las razones por las que la educación y la salud en nuestra patria estén en el nivel en que se encuentran. “¡Vivan los cambios, mientras no se metan con nosotros, que somos privilegiados de segunda para atender servicios para las gentes de tercera!”.

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