Frase sugestiva que incita no solo a marchar sino a arbitrar las acciones necesarias para “proteger” a nuestras hijas e hijos de todo daño o mal que se les pueda causar. Pero, protegerlos: ¿De qué o de quién? ¡Esa debe ser la reflexión!
Quizás de las personas de las diversidades sexo genéricas, quienes a través de la aprobación del Matrimonio Civil Igualitario, ponen en tela de duda el concepto estereotipado de familia tradicional; o del malintencionado supuesto que se quiere transexualizar a las y los niños, como si esta expresión de la diversidad humana fuera una fase o una simple elección; o más bien de la interrupción de un embarazo producto de violación, como respuesta humana frente a la desprotección de niñas y mujeres víctimas de agresión; o tal vez de la ideología de género, a la que se le arroga estos y otros “males”, aunque no exista ni como concepto neutral peor aún académico.
Lo cierto es que la tal “ideología de género” es utilizada por quienes se sienten con poder sobre la conciencia y los derechos de los demás y en este afán moralizador, persiguen minorías, incitan a la violencia y deniegan derechos. Cruzando, límites éticos desinforman; ponen, infundadamente, en estado de alerta a las familias; utilizan, sin remordimiento alguno, los tránsitos violentos y desgarrados que enfrentan las y los niños para imponer sus posiciones y preferencias.
Apelar a la desprotección de la infancia y la adolescencia para sostener creencias religiosas, dogmas de fe o criterios morales es ruin. Viven suficiente violencia niñas, niños y adolescentes en este país como para utilizarlos de escudo de prejuicios, preconcepciones y estereotipos sociales.
La crueldad a la que día a día se enfrenta nuestra población infanto juvenil no da para sentirnos “superiores”; mucho menos, éticos. Por lo que mientras no humanicemos nuestra conducta para poder volver la mirada hacia ellos con amor -porque desde un corazón helado no se puede- a fin protegerlos y cuidarlos como se debe, por favor: ¡Con los niños no se metan! (O)
