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El Telégrafo
Rebeca Villota

Más educación, más empleo, menos delincuencia

22 de mayo de 2022 - 00:00

Conozco a José algún tiempo. Tiene 15 años, se retiró del colegio durante la pandemia. Recibir clases virtuales en el celular, compartido con su hermana, le cansó, aburrió y por ello no volvió más. Su madre, quien había perdido su trabajo, no lo obligó a seguir en la escuela porque lo necesitaba para que le ayude en el puesto de venta de salchipapas que tiene en la parada de bus del barrio.

José es uno de los 90.000 niños y adolescentes que abandonaron las escuelas durante la pandemia. Ellos se unen a los aproximadamente 268.000 que ya habían dejado las aulas desde antes de la crisis sanitaria, según cifras de la Unicef. La mayoría que abandonan sus estudios están entre los 11 y 15 años.

Los niños y adolescentes abandonaron en pandemia las aulas porque los padres no tenían empleo, por falta de Internet y equipos tecnológicos para recibir las clases virtuales, porque debían cuidar a sus hermanos o porque deben trabajar por la difícil situación económica de los padres. Con el retorno a la presencialidad ya no se necesitará Internet o dispositivos para conectarse, pero se mantiene latente la difícil condición económica de las familias.

Como consecuencia de un altísimo desempleo miles de hogares sufren las consecuencias de una reducción significativa de sus ingresos, factor determinante en la deserción escolar. El 63% de los niños que no asiste a clases lo hace por falta de ingresos.

Resulta entonces que la mayoría de los niños y adolescentes que no van a las escuelas son los que tienen familias más pobres, lo que afecta su bienestar y desarrollo y los deja expuestos, además, a situaciones de riesgo, violencia y abuso infantil.

La pobreza genera un contexto propicio para que nuestros niños y adolescentes caigan en redes delincuenciales. Vemos en Ecuador, al igual que en muchos países latinoamericanos, como nuestros niños y jóvenes se involucran en las redes de narcotráfico. Al principio muchos lo hacen para acceder a la droga, luego se incorporan al gran tráfico, ejercen control en sus barrios y se hacen más violentos.

Es un hecho que mientras la educación aumenta las oportunidades de un crecimiento sano integralmente hablando, su ausencia les empuja a caer en estos comportamientos. De un análisis realizado en la región se desprende que el vínculo entre bajo nivel educativo y crimen es evidente. En muchos países la mayoría de los jóvenes detenidos no ha terminado el ciclo básico.

La participación de jóvenes en hechos delincuenciales no solo se debe combatir con más represión, sino también con más educación. El Estado debe pensar cómo recuperar a esos niños que han dejado sus escuelas, cómo evitar que las cifras de deserción sigan subiendo y cómo convertir a las escuelas en espacios seguros y de soporte en los que no solo se aprende a leer o escribir.

Pese a que la deserción es uno de los más grandes problemas que tiene el sistema educativo ecuatoriano, el Plan de Desarrollo del Gobierno para los próximos años no contempla mecanismos para solucionarlo.

En un país en el que el sector de la educación ha sido siempre uno de los más golpeados por la crisis económica, considero que la situación actual de inseguridad que vivimos debería hacernos recapacitar sobre su importancia. Es un hecho que una mayor escolaridad reduce significativamente la participación delictiva. 

 

El presupuesto de educación debe incrementarse para potenciar a los maestros y convertir a las escuelas en espacios de soporte de los menores con problemas familiares, situaciones de inestabilidad o conflicto y condiciones socioeconómicas adversas.

Hay que aplicar programas y estrategias preventivas de apoyo a los jóvenes y sus familias, en vez de esperar que los problemas prosperen y lleguen a un punto de no retorno.

No hay que olvidar, sin embargo, que la primera causa de abandono escolar es la falta de ingresos de las familias. Ello nos lleva a exigir al gobierno que cumpla su promesa, hasta ahora incumplida, de generar más empleos.  Si lo logra y a la par incrementa el presupuesto para la educación, podremos recuperar la confianza en el futuro de este país, que hoy muchos lo sentimos perdido.

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