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El Telégrafo

Más allá del Estado

12 de noviembre de 2012 - 00:00

Se va cumpliendo un ciclo en el cual la centralidad del Estado aparece como necesaria y urgente de consolidar para un futuro próximo. La pregunta sería ¿cuál es ese futuro próximo? Por ahora lo que se alcanza a visualizar, después del ciclo neoliberal, es que la centralidad de lo público direccionado desde el Estado ha fomentado la recuperación de las formas de una democracia que estaba demolida y junto a ella las formas clásicas de la representación partidaria.

Pero también con la superación del neoliberalismo, las formas de expresión de los distintos sectores de la sociedad ecuatoriana, sobre todo de los sectores populares, trabajadores, etc., se ha visto mermada en su capacidad de representación.

Así que el derrumbe del neoliberalismo trajo la caída de un sinnúmero de formas de expresión de lo popular, lo étnico y la clase media.

Con la centralidad del Estado en el corazón de lo público, en el nuevo ciclo político que arrancará en enero, es de suponer que su acción se fortalezca, pero aparece también una gravedad que afecta lo público: los límites del modelo de la política, es decir, hasta dónde esa centralidad debería seguir modelando las acciones de lo público; porque lo público aún se mide a partir de los logros de la tecnocracia y la eficiencia en el manejo de las finanzas públicas, más allá de si se está de acuerdo en lo que se gasta y se invierte.

Lo público entra en disputa para todos los sectores sociales, es decir, que se ha convertido en el escenario de las formas políticas y sus prácticas: antes se lo hacía en la esfera de lo privado. Entonces, ¿hasta dónde favorece el desarrollo de la centralidad del Estado y el fortalecimiento de lo público para fomentar un Estado popular? El primer problema es la misma centralidad, la cual deberá ser desplazada a lo popular.

Las formas de organización y administración deberán descarnarse del Estado hacia las formas de organización popular, si no la centralidad del Estado estará a merced de los ciclos y giros políticos y electorales.

Más aún, el proyecto de gobierno deberá cimentarse en desarrollar mayores argumentos ideológicos y programáticos, caso contrario los éxitos materiales de hoy se convertirán en las disputas ideológicas de los nuevos sectores acomodados que no darán paso a nuevas reformas o peor aún a transformaciones del modelo.

El mañana debe ser pensado en términos de consolidar una hegemonía sectorial pero a partir de una politización de la sociedad a todo nivel. Y el gran opositor ni siquiera son las élites de las derechas, sino el trabajo ideológico-religioso que se prepara para la gran revancha contra el liberalismo alfarista. Sumando todas las partes, se encuentra que la centralidad del proyecto liberal renovado del alfarismo tiene graves límites como articulador de un proyecto político con tintes socialistas. El alfarismo, en su mejor dinámica, aporta los fundamentos para su propia superación social.

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