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El Telégrafo

Mandela y la santificación mediática

09 de diciembre de 2013 - 00:00

No cabe duda de que la lucha contra la dominación mediática es una lucha de varios siglos y que en los últimos treinta años se ha vuelto una tarea urgente desde que el neoliberalismo tomó control e hizo de la información un gran monopolio transnacional desde el cual comenzó a lanzar todo formato mediático, sobre todo televisivo, para modelar la historia del mundo moderno. Así ha ido recreando los fundamentos de la modernidad, sus héroes, sus víctimas; buscando refrescar los distintos rostros de la dominación poscolonial. Y no ha dejado de lado ninguna estrategia para sumir lo diverso y diferente en una sola narrativa de progreso ineluctable hacia el futuro. Ha creado y recreado figuras según sus necesidades; ha recreado historias nacionales y hemisféricas para contar a las nuevas generaciones el pasado, un solo pasado  y una sola memoria virtual de lo que ha sido el mundo y por lo tanto de lo que debería ser el futuro. Parece que es poco lo que se puede hacer frente a las cincuenta transnacionales de la información que controlan casi todas las comunicaciones globales. Pero es necesario que los pueblos, democratizando los medios de información y comunicación avancen a la producción de información histórica para preservar la memoria social y popular del mundo. Un nuevo caso en esta fantasía santificadora de los medios neoliberales y sus redes infinitas de medios menores en el planeta ha sido el fallecimiento de Nelson Mandela. De pronto se ha iniciado un ritual de santificación: largos reportajes como los de CNN y otras cadenas, donde se hacen análisis, entrevistas, todo un culto a la personalidad del fallecido; de pronto ya no tiene pecado alguno y alcanza todas las virtudes para ser encumbrado como nuevo ídolo de la humanidad mediática. De su vida se hace un micro documental, donde queda claro que desde su infancia estaba “destinado” para ser un ser extraordinario, casi anodino, que amó a todos y nunca estuvo cerca del odio ni del rencor, sino siempre cerca de la parsimonia de la aceptación inevitable. Un héroe para la semana noticiosa. Si se echa un vistazo a las redes sociales como Facebook, su propio formato algorítmico, lleva a un despliegue viral de ensalzamientos hechos a base de recordar frases descontextualizadas, casi a resumen de frases célebres, de palabras sentidas para alcanzar el máximo de “me gusta”; imágenes por doquier, incluso de quienes en otros momentos ejercen a rajatabla su peor racismo. Todos sienten la pérdida y algunos llegan a la nostalgia de alguien que se convierte en viral en pocos minutos pero de su condición política poco se dice. De aquel que el neoliberalismo racista llamaba el “terrorista negro”; de aquel que impulsó la lucha armada como vía a la liberación. Aquel que no renegó de sus aliados políticos que lo apoyaron en la lucha por la liberación del pueblo sudafricano como Cuba. El mejor homenaje: la defensa de la memoria social contra el racismo.

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