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El Telégrafo
Xavier Guerrero Pérez

Maduración

12 de julio de 2021 - 09:26

La figura de APP (Alianza Público-Privado) ha sido mencionado en el tejido social desde hace ya algún tiempo. Posterior a la posesión del presidente del Ecuador Guillermo Lasso, tal mención ha tenido mayor fuerza. ¡Es un hecho! Sin embargo, creo que, a ratos, nos quedamos tan solo en “la mención”, o en “el qué”, pero de ahí no avanzamos al cómo, o peor aún: no vamos al pragmatismo. Para muestra el siguiente botón:

En algunos entornos humanos (sin excluir al conformado exclusivamente por uniformados), el cuadro de adicciones a sustancias sujetas a fiscalización es “parte del día a día”. Una vez más: el problema no es la(el) consumidor, sino su acto en sí. En estos entornos, me he puesto a reflexionar: ¿Existirá el departamento de Salud Ocupacional? Y si existe, ¿Funcionará o quienes lo integran únicamente cumplen el rol de 8-5 (ocho horas diarias; 5 días a la semana), sin casi nunca o mejor dicho nunca acercarse, escuchar, empatizar y ayudar? En ese panorama, la APP se vuelve fundamental. ¿Cómo? Bueno, bastaría tan solo el tener -y mejor- demostrar voluntad de querer mejorar lo que se tiene, y buscar a quienes ya han trabajado en esos temas y lo han hecho bien. En lo personal conozco profesionales de la salud que, inclusive, están dispuestos a percibir por sus honorarios 0,00 USD dado que les mueve el interés por ayudar a quien vive en la antesala del infierno al dejarse abrazar por las adicciones a aquel “polvo blanco” que, poco a poco, va consumido la vida de quien se deja seducir por esa sustancia, y también arrastra a la familia. Lo insensato sería continuar “ayudando” bajo un método que no ha dado resultados, y que son: recuperaciones.

“De coles, a nabos”: recuerdo que hace más de un año, el empresario ecuatoriano Fidel Egas manifestaba su preocupación por el costo de los programas educativos de varias universidades del país: “son relativamente caras”. Al respecto, propuso el inclinarse por un sistema de becas para quienes lo tengan todo (básicamente entusiasmo y deseos de contribuir con la patria a partir de los conocimientos adquiridos) menos dinero para formarse.

No sé hasta qué punto el siguiente ejemplo pueda sustentar la aseveración de Don Fidel: en varias universidades de trayectoria y alto prestigio en Europa, el costo para maestrías y doctorados (reconocidos dentro y fuera de la Unión Europea) no cuestan más de 2000 USD. Un valor sumamente atractivo y que, con seguridad, nos llama a repensar sobre lo que ocurre en nuestra nación. De hecho, yendo más al fondo: ¿Se ha identificado que hay un complejo nudo que complica al sistema de educación superior, y que está en el sistema de educación media? ¿Se tiene claridad en el manejo de los términos: calidad, pertinencia e inclusión en Educación Superior? ¿Hay efectivos programas de becas que permitan que la variable “limitación de recursos económicos” no decida el ingreso al sistema educativo? ¿Se ha concebido la importancia vital de contar con elementos humanos altamente calificados, como “el comienzo”, más no como “el fin”? El tema, aquí como en el escenario público es inacabado.

Maduración, nos sigue haciendo falta. Mientras tal no sea percibido y asumido seguiremos dando vueltas en círculos.

 

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