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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Luis Silva Parra

04 de abril de 2014 - 00:00

El 27 de marzo pasado se llevó a efecto una velada cultural de recordación sustancial. Los 70 años de existencia destinada a la música del maestro Luis Silva Parra fueron la motivación válida para un espectáculo de campanillas donde desfilaron artistas de renombre de la ciudad y que, para homenajearlo, se reunieron con sus canciones y emociones.

Y es que Luis Silva Parra, heredero y perteneciente a tres generaciones de cultivadores de arte, es ahora el patriarca de nuevas savias, sus hijos Silva Guillén y en su nieto Silva Gil. Otros miembros de una familia bien dotada, como Pedro Castro Silva, primo hermano, es pianista singular y son la manifestación luminosa de lo preciado de la herencia y de las potencialidades individuales acreditadas y firmes.

Lucho Silva -como lo llamamos todos-, Premio Nacional de Arte de 2012, es de aquellos personajes que se niegan con todo derecho a envejecer y sigue entregando momentos de felicidad a los simples mortales que acudimos a sus recitales siempre amenos y brillantes. Pero, además, rodeados de la aureola poética-musical de una saga donde con fulgores descollantes se ubica Medardo Ángel Silva, el poeta del ‘Alma en los labios’, primo hermano de su padre Fermín Silva de la Torre, el mismo violinista virtuoso y director de orquesta que supo entregar la incentivación espiritual necesaria y la disciplina plena de sensibilidad para el desarrollo del arte musical a sus hijos: César Colón, Laura, Rosario, Luis, Octavio Fermín y Serapia. Algunos de los cuales formarían el conjunto de los Hermanos Silva, tan recordado por quienes ahora peinamos canas, pues fueron ellos los que pusieron el marco de melodías en los romances adolescentes.

Estoy cierto que en sus actuaciones impecables, matizadas de ingenio, está presente tal vez la incertidumbre del inmigrante; su abuelo era español, se llamaba Fermín Silva Regato y Oseguera, depurado violinista y guitarrista e inspirado director de orquesta, que en 1862, junto a su esposa, llegó a Guayaquil para quedarse para siempre enamorados de una ciudad bucólica y romántica, bullente de sustantividad. Y por ello Lucho canta con sentimiento no exento de pesadumbre las coplas y seguidillas y deja su impronta en la música española que interpreta.

Luis Silva Parra, sin duda el mejor saxofonista del país, trajo a nuestras vidas el sonido evocador del sentimiento del jazz en toda su nostálgica y conmovedora profundidad, esta polifonía cadenciosa de los negros -vencidos en todo, menos en la esperanza- surte un efecto especial en su glosa instrumental, no tiene el peso sombrío de la añoranza y la ausencia, ni tampoco el fútil adocenamiento de la mecánica disquera angustiada por las ventas antes que por la calidad artística. Sus 83 años son muestras fehacientes de un coexistir honrado y vertical. Y al final, cuando se ha vivido como él y la vida -aún la que falta- no tiene vuelta de página negativa, es justo desearle muchos y muchos más años de fructífera existencia.

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