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El Telégrafo

Los premios no siempre se conceden a quienes los merecen

20 de marzo de 2012 - 00:00

Desde cuando aprendí a ordenar ideas para poder llegar a conclusiones, lo cual logré a  temprana edad, he visto y sentido que el galardón o la remuneración que se entregan por un mérito propio, o por un gran servicio prestado, no siempre se conceden a quienes realmente les corresponde por justicia.

Extraños y dispares factores se mezclan para lograr tomar resoluciones inmotivadas, y los premios no se conceden a los esforzados bienandantes que llaman con orden y mucho mérito a las puertas, sino a los trepadores de vida que decidieron entrar furtivamente por la ventana de la cocina.

El premio por antonomasia es el Nobel. El inventor de la dinamita, Alfred Nobel, especificó en su testamento que debe ser entregado en los campos de Medicina, Física, Química, Literatura y Paz. Los cuatro primeros se entregan por la

Academia Sueca en Estocolmo, y solo el de la Paz lo entrega el Comité Nobel Noruego, en Oslo.
El Premio Nobel de la Paz y el de Literatura, desde siempre, han sido  concedidos de manera muy controvertida.
Argentina siempre lamentará  que el más universal de sus escritores, Jorge Luis Borges, nunca logró el Nobel de Literatura. Pero tiene el consuelo de que en  1936, un argentino del cual casi nadie se acuerda qué hizo, ganó el Nobel de la Paz. 

Mahatma Gandhi nunca pudo obtenerlo, a pesar de que fue nominado en cinco ocasiones diferentes. En 1973 fue adjudicado a Lê Duc Tho y a Henry Kissinger por la firma del Acuerdo de París, que logró un cese al fuego en la guerra de Vietnam y la retirada de las fuerzas estadounidenses. El vietnamita rechazó cortésmente el premio, pero Kissinger sí lo recibió muy sonreído, aun cuando fue uno de los impulsadores de esa guerra inútil.

No es de extrañarse. En 1953, ocho años después que terminara la Segunda Guerra Mundial, se concedió el Nobel de la Paz al general George C. Marshall, uno de los cuatro comandantes en jefe del Ejército americano durante esa guerra. 

Con el señor Obama, también ganador del Premio Nobel de la Paz, sucede lo contrario que con los dos estadounidenses nombrados. Ellos recibieron  el Premio Nobel de la Paz a pesar de haber sido factores determinantes en  sendas guerras que peleó ese país; en cambio que él, a pesar de ya tener el Nobel de la Paz, será factor determinante en la guerra que ese país quiere pelear contra Irán.

Si así sucede, ¿tendrá el señor Obama la suficiente probidad para devolver el Premio Nobel de la Paz?

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