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El Telégrafo

Los partidos políticos

08 de noviembre de 2012 - 00:00

Como lo señala la Constitución Política del Ecuador, el poder reside en el pueblo y esta misma esencia es la que origina la creación de los partidos políticos, para que los ciudadanos podamos ejercer el poder público. En tal virtud es que los partidos reciben prerrogativas gubernamentales, para que el ciudadano común pueda llegar a ocupar un puesto público como servidor o para ejercer un cargo de elección popular, sin que la falta de recursos económicos sea un impedimento para el ejercicio del poder.

La democracia solo existe cuando hay estructuras sociales de participación. Y a estas les llamamos partidos. Ciertamente, pueden darse estructuras sociales de participación fuera de los partidos, como son las organizaciones y movimientos sociales, pero solo ellos pueden participar en la vida política nacional. Pueden cambiarse las modalidades de agrupación, pero a la hora de la verdad, en el momento de presentarse a una elección, solo valen los partidos políticos debidamente inscritos.

En el espacio democrático, debemos preguntarnos qué esperamos realmente de los partidos y qué exigimos de ellos. Esperar y exigir, porque no pueden limitarse a ser simples maquinarias electorales. Esperar y exigir, porque la vocación política requiere su constante presencia en contacto directo con todos los problemas sociales que aquejan al pueblo.

La revolución de la “sociedad de la información” ha asestado un golpe mortal a los sistemas representativos tradicionales, ya que los ciudadanos saben que pueden prescindir de los partidos para influir en la vida política de sus países. Los jóvenes deben encontrar partidos políticos abiertos, sensibles a sus preocupaciones e innovadores en sus propuestas.

Actualmente, el problema que se plantea es la urgencia del cambio que los partidos necesitan realizar en su relación con la ciudadanía. Tienen la obligación de cambiar de personas, de cultura y de modos de hacer. Tienen el deber de saber gestionar el poder que les es concedido, de no traicionar a sus propios electores, de anteponer los intereses de quienes dicen representar a los del partido, de escuchar a los ciudadanos antes que embarcarse en alianzas palaciegas, de no ignorar las propias imperfecciones, errores, deslices y corruptelas. En caso contrario, la antipolítica continuará campeando.

A propósito de esto, durante la presente semana, los ciudadanos estamos a la expectativa de la proclamación de los candidatos escogidos por los partidos en sus convenciones nacionales, para terciar en las elecciones del próximo año. Esperemos que aún estén a tiempo de seleccionar adecuadamente a personas de reconocido prestigio profesional, que gocen de solvencia moral y que tengan experiencia en el servicio público. Sepan ustedes, señores políticos, que los ecuatorianos hemos despertado del letargo, tenemos mayor conciencia social, y no vamos a permitir que se vuelva al pasado de engaños, mentiras, demagogia y corrupción generalizada.

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