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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Los nuevos tiempos

30 de mayo de 2014 - 00:00

El anuncio trascendental del presidente Correa de apoyar la tesis de la reelección indefinida, que implica una enmienda constitucional, es el suceso fundamental de lo que va de este lustro histórico y que -aunque esperado- ubicó en su pertinente contexto la realidad política nacional y a sus actores.

Así, Rafael Correa responde al transparente mandato de gran parte del conglomerado social, que no quiere volver al pasado oscuro y oprobioso del país de los oligarcas y agiotistas de corbata que nos sumieron en la ignominia y dolor. Recordemos solamente la quiebra de la banca corrupta y a sus cómplices y encubridores, enmarañados ahora en las nuevas agrupaciones electoralistas. Recordemos a los millones de familias desmembradas por el éxodo de aquellos valientes que, desafiando territorios hostiles, la anomia y el desarraigo lucharon y trabajaron para sostener a sus seres queridos y con ello salvaron la economía de la nación.

La decisión, auténticamente democrática de la candidatura del actual Primer Mandatario, le corresponderá en su momento a la formación ideológica Alianza PAIS y al pueblo ecuatoriano, y obviamente supone una evaluación profunda de las condiciones objetivas y subjetivas de la República. Definitivamente, tal resolución, a todas luces difícil, obedece a una realidad indiscutible: la existencia de un vetusto poder que se niega a abandonar sus posiciones y ambiciones por réditos y privilegios que ahora sienten resentidos y que, mimetizados en medios de difusión mercantilistas, establecen las expectativas de la restauración derechista en el mando central del Estado.

Inmersa, desde luego, en la estrategia imperial de recuperación del ‘patio trasero’, expresada por el departamento de Estado, que con estrecha visión no es capaz aún de vislumbrar el futuro del continente en terrenos de justicia, libertad, progreso y soberanía, la táctica ultramontana de desestabilización está en pleno desarrollo, lo comprobamos en aquellos írritos fallos judiciales, en las quimeras secesionistas de ciertos dirigentes indígenas, en la insolencia y desinformación de articulistas y comentaristas, ganados por el odio, la envidia y el revanchismo.

Empero, los nuevos tiempos que avizoramos, decididamente complejos, donde la oposición reaccionaria de la derecha y la  izquierda infantil confluirán en el vicioso esquema ‘todos contra Correa’-como lo realizaron en el régimen de Jaime Roldós-, y que de la misma manera, desesperados, acudirán a todo -hasta el magnicidio- para evitar el seguro triunfo electoral de Rafael Correa, habrá que enfrentarlos con inteligencia, coraje y la ley en la mano.

En consecuencia, los que sentimos el fuego insurreccional debemos volver a los caminos de los inicios de la Revolución Ciudadana, insertarnos en los barrios y poblaciones y sus necesidades sentidas, en el campo y la ciudad; controlar y supervisar los servicios de salud, y desenmascarar a las mafias que aún flotan en ellos; vigilar a saboteadores enquistados en reparticiones gubernamentales; a los traidores, derrotistas e infiltrados, marcarlos con el sello de la dignidad, no importa su linaje o influencia. En el lugar que nos encontremos habrá que seguir ayudando al compañero Presidente en su tarea de construir la patria. Él es, como decía Brecht, de aquellos imprescindibles, que luchan toda la vida.

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