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El Telégrafo
Inés Pohl

Libertad de prensa, pilar de toda democracia

12 de enero de 2019 - 00:00

El derecho a la libertad de expresión no es un producto de lujo. Una libertad de prensa sin restricciones no es algo de lo que las democracias puedan prescindir, sino algo que deben defender con todas sus fuerzas. Porque es uno de los pilares de su sistema de gobierno, que garantiza la mayor libertad posible para todos y la mayor protección para las minorías.

No hay nada nuevo en esta observación. Los alemanes aprendimos de la era nazi lo importante que es la información independiente. No fue coincidencia que el reinado de terror de Adolf Hitler comenzara con el fin de la libertad de prensa.

¿Pero qué significa todo esto hoy? Ante todo, que nunca podemos dejar de informar sobre la opresión de los periodistas, que no podemos dejar de exigir la liberación de nuestros colegas encarcelados y que exigimos a los que están en el poder que dejen de tratar de restringir la libertad de expresión. Y significa que debemos exigir que nuestro propio gobierno y los partidos de oposición se ubiquen en esta línea. Diplomáticamente, pero también con medidas de presión cuando sea necesario.

Las tendencias que vemos en Europa son todo, menos banales. Y las cosas están llegando a un punto crítico en países como Polonia, Hungría o Rumania. La situación de blogueros y periodistas, que en muchos lugares son una de las pocas fuentes de información independiente, se ha deteriorado hasta el punto de resultar actividades mortales. Trece fueron asesinados este año en todo el mundo, casi el doble que en 2017.

Pero la violencia directa contra los periodistas no es la única amenaza. Políticos como Donald Trump o Vladimir Putin saben dónde atacar al periodismo: en su activo más valioso, su credibilidad. Cuando Trump acusa a los medios de difundir noticias falsas es una estrategia a largo plazo para socavar la credibilidad de sus críticos más peligrosos, y así debilitar a aquellos que están en vías de descubrir sus intrigas y sus motivos ocultos.

Eso también significa que los periodistas y las empresas de medios deben enfrentar el desafío y realizar su investigación con esmero, cuestionar a sus colegas de manera aún más crítica y admitir los errores sin reservas. Pues cada montaje premeditado, cada exageración infundada y cada noticia sesgada juegan a favor de quienes intentan evitar que la ciudadanía se informe para formar sus propias opiniones. Y este es al final el requisito indispensable para que las elecciones sean realmente democráticas. (O)

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