La frase de Umberto Eco, uno de los intelectuales más lúcidos del último medio siglo, define a quienes hallan voz a través de las redes sociales.
Pese al tufillo elitista de su expresión, Eco tenía total razón; puedo dar fe de ello, por haber experimentado en carne propia la imbecilidad de los legionarios en toda su extensión.
Nadie puede negar que las redes son un formidable instrumento de participación social, que rebasa los cauces clásicos de la democracia representativa: lo que antes, si acaso, lo decía mi imputado en nombre mío, ahora lo digo yo mismo sin intermediario, a través de un teléfono móvil.
Amén de los demás beneficios de las redes en los ámbitos de la educación, artes, conocimiento en general.
Pero antes, para hacer oír tu voz tenías que dar la cara, vencer el temor a hablar y tratar de ser medianamente coherente para que tu mensaje sonara por lo menos creíble.
Para ello, previamente habías ido forjando una trayectoria de buen criterio a través de una permanente autoformación, a fin de opinar con alguna certeza de que tu idea merecía ser escuchada. Con el tiempo, la sociedad, a través de los medios de comunicación, te proporcionaban una tribuna para que compartieras tu criterio. Y, para ser oído, quien te contradecía, debía haber transitado similar senda.
Hoy es diferente. Cualquier sujeto cree que su opinión merece ser oída y las redes sociales le permiten dar permanente cátedra sobre el cosmos entero y juzgar a cada prójimo, sin ningún tipo de tamiz.
Cuando comenta sobre una persona específica, el solo hecho de hacerlo desde detrás de una pantalla es ya, de por sí, muestra de bajeza; si, por añadidura, lo hace escudado en un alias anónimo, el actose vuelve pura cobardía. Hay quienes se identifican, pero disparan sus odios a discreción, aunque sea a través de mentiras evidentes. Y, como reclamar se hace difícil en este escenario digital, la calumnia queda registrada.
Felizmente la vida de lo que se dice en las redes es efímera y cada vez que la verdad gana la batalla, la legión de imbéciles se bate en retirada. (O)
