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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

Las rosas del papa Francisco

01 de mayo de 2014 - 00:00

Treinta y cinco mil rosas ecuatorianas lucieron su belleza y esplendor en la canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II. En un esfuerzo conjunto para promocionar este producto, que es el cuarto en importancia de las exportaciones nacionales, intervinieron el Instituto de Promoción de Exportaciones (ProEcuador) y su oficina comercial en Italia; pero más de veinte empresas: fincas floricultoras, transportadores e importadores italianos hicieron posible que el pasado viernes llegaran nuestras flores a Roma.

¡Qué estupenda idea! Más de un millón de personas abarrotaron la Plaza de San Pedro y otro millón las áreas aledañas mirando en pantalla gigante; se calcula que 2.000 millones de televidentes siguieron la transmisión que el Vaticano realizó mediante 33 cámaras: 13 en 3D, 15 en HD y 5 en formato 4K, siendo la primera vez que se transmite una canonización por internet. Imposible tener una audiencia más grande y de mejor calidad: 150 cardenales, 1.000 obispos y unos 6.000 sacerdotes. Pero lo más notable es la asistencia de 24 jefes de Estado, 10 jefes de Gobierno, entre los cuales estaba nuestro presidente Rafael Correa, quien fue efusiva y cariñosamente saludado con un abrazo por el papa Francisco.

Para la Iglesia católica romana, la canonización de Juan XXIII, el ‘Papa bueno’, y de Juan Pablo II, el Papa peregrino’, tiene un significado muy especial de renovación y unificación, pues a pesar de tener unos 1.181 millones de bautizados, los cristianos son 2.100 millones en diferentes denominaciones: católica romana, ortodoxa, protestante, anglicanismo, restauracionista y pentecostal, en donde los católicos se han reducido en las últimas décadas.

Es muy posible que la Iglesia católica no se haya adecuado a las necesidades de la gente. Por eso Juan XXIII llamó al Concilio Vaticano II e hizo la gran transformación moderna de la Iglesia; pero igualmente, Juan Pablo II se acercó a los jóvenes. Para Francisco, su tarea es ardua, pues realmente tiene que llevar a una comunidad llena de mitos, leyendas y reglas obsoletas a vivir plenamente el siglo 21. Los fieles quieren no solamente una iglesia que cubra la devoción ingenua de la niñez, sino que su doctrina sea una guía y apoyo en la juventud y edad adulta.

Pero regresemos a nuestras hermosas rosas; el país ha cumplido con este solemne acto religioso, pero al mismo tiempo promocionamos de la manera más eficiente lo que somos y tenemos. Por esto, y mucho más, estoy orgulloso de ser ecuatoriano.

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