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El Telégrafo

Las orejas de Pinochet

14 de enero de 2012 - 00:00

“Tiene orejas de gato, cuerpo de gato, maúlla como gato y algunos quieren que se llame perro”, ironizó el presidente del Partido Socialista, Osvaldo Andrade, cuando se enteró del propósito de cambiar, en Chile, el término “dictadura” por el de “régimen militar”, para referirse a la época de Augusto Pinochet, que causó más de 3.000 desaparecidos.
Aunque el intento fue retirado por el derechista gobierno de Piñera, queda el debate: los eufemismos para ocultar la memoria. Mientras los unos, para referirse a los sucesos del palacio de La Moneda de 1973, llaman “pronunciamiento militar” otros dicen que fue “un golpe de Estado”.

Eduardo Galeano, en “Patas arriba. La escuela del mundo al revés”, señala que en la época victoriana no se podía mencionar los pantalones en presencia de una señorita. Ahora no hay cómo decir ciertas palabras.

El autor advierte que el capitalismo ha recibido el pomposo nombre de economía de mercado; “el imperialismo se llama globalización; las víctimas del imperialismo se llaman países en vías de desarrollo, que es como llamar niños a los enanos; (…) el derecho del patrón a despedir al obrero sin indemnización ni explicación se llama flexibilización del mercado laboral; el lenguaje oficial reconoce los derechos de las mujeres, entre los derechos de las minorías, como si la mitad masculina de la humanidad fuera la mayoría…”.

Alguna ocasión, a la sala de redacción llegó un boletín de prensa de una antigua administración municipal de Quito. Me quedé atónito al leer el titular: “Microempresarios que reciclan residuos sólidos en Zámbiza será reubicados”.
A ver, cómo es la cosa, nos dijimos algunos camaradas “tercerizados”. Después, desentrañamos el asunto. Lo de microempresarios debía ser por algún curso que recibieron; lo de residuos sólidos, por eso de los basurales de Quito.

Por último, el “serán reubicados” estaba clarito: iban a echar a los minadores de basura de Zámbiza. Lo dijeron de madres, como dirían en la película “La Ley de Herodes”, ese portento del mexicano Luis Estrada, de 1999.
Cuando los ladrones son de buena familia, no son ladrones, sino cleptómanos; el saqueo de los fondos públicos por los políticos corruptos responde al nombre de enriquecimiento ilícito, nos recuerda Galeano, para decirnos que en lugar de dictadura militar ahora se llama proceso y las torturas son presiones físicas y psicológicas.

Me digo, entonces, que las 150.000 víctimas asesinadas en Irak vendrían a ser “bajas colaterales”. Es verdad, donde unos ven a un gato otros ven las orejas de un rottweiler.

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