No es entendible imaginar a las izquierdas sin una concepción y estrategia de poder. Si no las tienen no pueden autocalificarse de izquierda.
El poder no es malo ni un estigma para quienes ejercen la política. Todo lo contrario: instalarse en la lucha política implica proponer una forma de vida para las sociedades desde concepciones propias. Pero parece que la derrota sufrida por las organizaciones de izquierda (Pachakutik, MPD y Ruptura de los 25) reveló su verdadera capacidad de propuesta, su imposibilidad de asumirse como actores creativos para afrontar los retos históricos.
En la práctica, el ausentarse y evadir esos retos revelan otros problemas de orden interno y hasta programático. ¿Si esas tres organizaciones no presentan candidatos a la alcaldía de Quito y Guayaquil van a votar por las derechas? ¿Llamarán a votar nulo o en blanco sabiendo que con eso entregarán sus votos a favor de Nebot y Rodas? ¿Así se debe entender el comportamiento de las izquierdas (“honestas, puras y revolucionarias”) del Ecuador? ¿O no se presentarán a estas elecciones por el riesgo de desaparecer del mapa político al perder una segunda elección consecutiva?
Si es cierto que las derechas de Quito dialogaron y hasta buscaron un apoyo de esas izquierdas, no cabe duda de que ellas perdieron honestidad intelectual y rigor político en sus responsabilidades públicas.
Si a última hora se ponen de acuerdo y deciden lanzar candidatos en las ciudades más grandes, ¿tienen una propuesta que se diferencie de las derechas para solo oponerse a Barrera y Bonilla?
Es triste y desolador el futuro de las izquierdas, mucho más cuando coinciden con la derecha y le ayudan con sus “coincidencias” opositoras.A ello se suma que esas fuerzas políticas han reivindicado demandas de la sociedad civil, pero a la hora de luchar por su concreción se alejan de las opciones prácticas y concretas. ¿No era la hora de los jóvenes que se sumaban a favor de las tesis ecologistas? ¿No fueron esos jóvenes que salieron a las calles la materia prima de las izquierdas que deberían convertirse en la razón de ser de las luchas en los espacios locales? ¿No levantaron el falso ideal de que ahora la juventud se rebelaba, por fin, para luchar contra el autoritarismo? ¿Van esos jóvenes a apoyar al “joven” Rodas y al “independiente” Nebot?
Parecería que esas izquierdas solo tuvieron un peso específico en el campo electoral cuando compartieron lugar en la lista 35. ¿Qué han hecho para que su fuerza política devenga en éxito electoral? ¿Están seguras de que solo por el aparato estatal un movimiento gana elecciones? ¿Cuando Correa ganó su primera elección tenía el aparato estatal para vencer al hombre más rico del país?
Por lo pronto es triste y desolador el futuro inmediato de las izquierdas, mucho más cuando coinciden con la derecha y le ayudan con sus “coincidencias” opositoras. No vemos creatividad en el proselitismo ni mucho menos en las propuestas. ¿Basta con cuestionar a las autoridades electorales y quejarse del gobierno de turno para hacer política dura a favor de las transformaciones trascendentales que requiere profundizar el Ecuador entero?
