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El Telégrafo

Las fuerzas de oposición política

17 de noviembre de 2011 - 00:00

La oposición es una tarea fundamental de la política. Su misión es la de criticar lo criticable de un gobierno, pero usando la crítica en el sentido amplio que le diera José Martí, que es el de “ejercer el criterio”. Cuando una fuerza de oposición hace tal cosa, necesariamente tendrá que estudiar y analizar lo sucedido, para luego comentarlo favorable o desfavorablemente, proponiendo mejoras, sugiriendo rectificaciones e incluso apoyando al gobierno en asuntos de trascendencia nacional.

Una oposición de tal tipo beneficia al país, dignifica el ejercicio de la política y muestra al partido o movimiento que la ejerce como una fuerza respetable, digna de presentarse como alternativa electoral y de recibir el respaldo de los ciudadanos.

Lamentablemente, en el Ecuador actual se entiende el ejercicio de la oposición como una tarea corrosiva, encaminada a desprestigiar social y moralmente al adversario, al que se mira como “enemigo político” y no como un legítimo contendor. Y cuando la oposición se ejerce contra el gobierno, se la efectúa en los términos más virulentos y ruines, tratando de ver en cada acto administrativo un error, en cada declaración oficial una amenaza, en cada negocio público una muestra de corrupción y en cada proyecto una infamia.

Inevitablemente, una oposición ruin solo cosecha frutos amargos. El pueblo, que es inteligente e intuitivo, capta de inmediato la mala intención del opositor y lo clasifica entre los seres negativos a los que jamás apoyará con su voto. Y si el opositor feroz es un partido o movimiento político, queda prontamente devaluado en la confianza pública y entra en la ruta del descalabro.

Ese espíritu ruin y destructivo de nuestros políticos es una de las principales razones de la actual crisis de los partidos, que han quedado convertidos en estados mayores sin tropa o simples membretes sin sustancia. Empero, han encontrado un firme aliado en los medios privados, que, ante el descalabro partidario, han pasado a jugar el papel de opositores políticos. Abandonando su tarea de informar, se han convertido en actores políticos de primer orden, lo que constituye una agresión al “derecho de información” que tiene el pueblo y una evidente violación de las leyes.

Es más, igual que la oposición política más ruin, han construido un discurso reiterativo sobre la lógica de la negatividad. Y su empeño cotidiano es mostrar un país incendiado por la conflictividad, que marcha hacia la catástrofe y el abismo social. ¡Triste y vano esfuerzo de ocultar la nueva realidad nacional!

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