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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

La victoria del pueblo sirio

23 de diciembre de 2016 - 00:00

Casi al terminar el presente año, lo que sucede en tierra siria nos conmueve. Los sentimientos contradictorios, surgidos al calor de una conflagración bélica impuesta a su pueblo, por los imperios y sus compañías de espionaje y las de aquellos gendarmes en el Medio Oriente, en una guerra cuyos hechos viles hicieron que el dolor sea un invitado cotidiano y la maldad se harte de infligir daños a una población que vivía en paz. Y es que por un lado se generan vertientes de regocijo por el triunfo de las armas del Ejército árabe sirio sobre las hordas terroristas que ocuparon parte de la nación, y por otro lado las severas tribulaciones, las angustias por tantas vidas segadas en un país destruido por los designios de mentes extraviadas, sustentados en la recurrencia de la violencia.

Los terribles acontecimientos de estos 5 años de conflicto, originado en la maniobra, ideada en los centros de poder imperial a la que le dieron un nombre lírico ‘Primavera árabe’. Invento geopolítico perverso para derrocar a añosas tiranías en Egipto y Túnez, luego de haber invadido y masacrado a miles de personas para derrocar a los gobiernos laicos en Irak y Libia. En consecuencia, le correspondía el turno al Gobierno sirio y a su presidente, para derrocarlo y asesinarlo, como lo fueron Hussein y Gadafi. Pero esta vez les salió el tiro por la culata, luego de cinco años de defensa encarnizada de su soberanía e independencia nacional, la república árabe siria ha vencido, a pesar de la alianza de los países dominantes de Occidente y los Estados petroleros del Oriente cercano. Las monarquías medievales de la península arábica apoyan con toda clase de recursos las acciones de los terroristas en Siria. El diario israelí Haretz publicó una nota referente a la gratitud de un alto cabecilla de ISIS al gobierno de Netanyahu por el bombardeo a un aeródromo cercano a Damasco.

Hasta hace poco, las agencias noticiosas que cubren el 93% de los sucesos para el hemisferio occidental ignoraban las acciones de los amotinados entrenados y financiados por las grandes potencias de ambos lados del Atlántico, junto a mandos teocráticos, colindantes, en el Oriente próximo y fieles seguidores de las políticas del pentágono y el almirantazgo. Ahora, después de los laureles de la batalla de Alepo logrados con patriotismo y valor por las Fuerzas Armadas sirias, junto a sus fieles aliados rusos, iraníes que acaban de propinar una derrota sustancial a las bandas yihadistas, en Alepo, los fariseos de siempre piden diálogos y negociaciones, con los que ahora llaman rebeldes y que son los mismos que atentaron en contra de civiles inermes en París y Niza, y hoy en Alemania, en crímenes que cobraron la vida de cientos de víctimas o de los que realizaron bárbaras ejecuciones de rehenes en territorios tomados, todos ellos seres humanos indefensos.

Está claro que la capacidad de asombro se agota frente a las consignas viles de la mediocracia y sus titulares y crónicas falaces. Ayer en Afganistán los talibanes eran héroes que querían expulsar de su suelo a los rusos invasores, hoy son villanos, capaces de las mayores felonías. Antes Al  Qaeda luchaba por las libertades; después del criminal atentado a las Torres Gemelas son un puñado de criminales abyectos. Actualmente el autodenominado frente Al Nusra -versión de Al Qaeda- está unido en su agresión contra Siria con otro grupo ilegal, las Fuerzas democráticas, tapadera de la CIA. Francamente no sabemos cómo los medios del hemisferio los denominarán mañana. Frente a estas pruebas fehacientes de eufemismo e hipocresía vienen a mi memoria las palabras del expresidente de Francia el general Charles de Gaulle, quien dijo: “Los imperios no tienen amigos permanentes, sino intereses permanentes”. (O)

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