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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

La Revolución Liberal

05 de junio de 2014 - 00:00

La historia oficial ha consagrado el 5 de junio de 1895 como el día en que estalló la Revolución Liberal, lo cual es una verdad a medias.

Lo cierto es que nuestra historia ha sido contada desde el centralismo de las grandes ciudades, que por este medio han buscado mostrarse como el ombligo del país. Pero en Ecuador hubo fenómenos trascendentales que se iniciaron en las márgenes del sistema, en las pequeñas provincias, y desde ahí se extendieron al resto del territorio.

Uno de ellos fue la Revolución Liberal, que en verdad se inició tiempo atrás, con los alzamientos en armas y combates de Milagro (12 de febrero de 1895), Guaranda (9 de abril), Chone (5 de mayo) y otras poblaciones.

La motivación inmediata fue el escándalo nacional causado por la llamada ‘Venta de la bandera’, un acto de corrupción oficial ejecutado por el gobernador del Guayas y expresidente Plácido Caamaño, pero que desprestigió a todo el gobierno del ‘progresista’ Luis Cordero.

Ello produjo una generalizada exaltación nacionalista, que los conservadores trataron de inclinar en su favor. Así, el 20 de febrero lograron que la guarnición militar de Ibarra se alzara en armas y proclamara la jefatura suprema de Camilo Ponce y Ortiz.

Y el 9 de abril, el mismo Ponce encabezó en Quito un motín armado que montó el Concejo Municipal de la ciudad, el que fue aplastado por fuerzas leales al gobierno de Cordero, que en la ocasión combatió arma en mano, pero que finalmente renunció a la Presidencia, que pasó al conservador Vicente Lucio Salazar.

Sin embargo, para el pueblo existían también otras motivaciones, de mayor peso, que habían sido denunciadas durante décadas por ese apóstol de la revolución que se llamaba Eloy Alfaro, tales como la tiranía oligárquica, la corrupción oficial y la represión a toda protesta social. Y eso explica la eclosión revolucionaria en muchas pequeñas ciudades y pueblos del país.

Entre tanto, en Guayaquil se reunía el ‘Gran Cacao’ con los delegados conservadores de Quito y Cuenca, para negociar una componenda oligárquica. Ahí acordaron colocar en la Presidencia de la República al gran hacendado cacaotero Darío Morla, para que presida un gobierno gamonalicio y conservador del orden.

Pero los autores de ese contubernio no contaban con la reacción del pueblo guayaquileño y los trabajadores montubios de la zona próxima, que tomaron las calles del puerto y empezaron a aclamar la Jefatura Suprema de Eloy Alfaro.

Desbordada por el pueblo, la burguesía porteña no tuvo más que aceptar el liderazgo revolucionario de Alfaro, aunque, para curarse en salud, armó un gabinete de tres ministros con gente suya y se lo impuso al ‘Águila Roja’ cuando este llegó de Nicaragua. Uno de esos ministros fue el general Vernaza, que poco después, en plena campaña, entró en tratos con los conservadores de Quito y fue destituido por Alfaro, por traidor, tras la batalla de Gatazo.

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