Medios privados, medios públicos y medios comunitarios, a partes iguales, como por ejemplo en el reparto de frecuencias, sería garantía de cierta tendencia a la democratización y profundización de la libertad de expresión. Eso se debatió, entre otros escenarios, en Montecristi, pero no solo ahí: muchos colectivos de la llamada sociedad civil han hecho aportes al debate. Sus experiencias son diversas y, por lo mismo, sus contribuciones sustantivas.
Conocimos y muchos crecimos, con la pedagogía de los medios privados. Fuimos, entonces, mal educados por esos mensajes que nos hicieron creer que el afán personal de lucro, sin límites, sin que los dueños del capital demuestren algún síntoma de empacho, era la razón única y fundamental de su existencia. Nos vendieron con su discurso, palabras, imágenes, que eso era lo más conveniente para la sociedad entera. Ellos transformaron su afán individual, egoísta, en interés colectivo, social. Ahora parecería que estamos de vuelta a ese pasado. Por eso tendemos a la homogenización del discurso, por eso casi todos los noticieros han vuelto a la crónica roja, al cotilleo, al chismorreo.
El insoportable empobrecimiento del discurso, que considera a las audiencias como inferiores, incapaces de abrir códigos basados en el conocimiento y en la rica experiencia, está alcanzando, de vuelta, esas cotas del bochornoso pretérito. “En el contexto del periodo de sesiones 167 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, en Bogotá, organizaciones de comunicación comunitaria y derechos humanos de Ecuador presentaron información a la Relatoría Especial de la Libertad de Expresión sobre la situación de los medios comunitarios, las reformas a la Ley de Comunicación y el peligro de suspender el concurso de frecuencias de radio y televisión en Ecuador” dice esta cita textual del colectivo “El Churo”, que pone en riesgo lo que conocemos como libertad de expresión.
Y en medio de eso ahora tienden a borrarse las fronteras que separan a las distintas formas, esas tres principalmente, de medios de comunicación. Está claro que hay razones deontológicas que marcan distancias entre los medios privados, con el afán de lucro por delante y los medios públicos que se entienden mejor en el servicio a los ciudadanos. Los comunitarios y su estrecha relación con grupos de pobladores, con colectivos más específicos, median entre ellos y entonces definen su razón de ser.
Tomarles el pelo, olvidando el reparto equitativo de frecuencias, es políticamente muy pernicioso. Medios comerciales, públicos y comunitarios siempre tendrán suficiente espacio en la abigarrada estructura social. Públicos, con andadura muy reciente; comunitarios con todavía escasa influencia, deben ser fortalecidos. En ambos casos el Estado tiene un compromiso ineludible, urgente. (O)
