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El Telégrafo
Mariana Velasco

¡La palabra es libertad!

12 de mayo de 2021 - 00:00

Es difícil pasar por alto el impacto de Sir Winston Churchill en el siglo XX. Como escritor y maestro en la oratoria, Churchill sabía cuál era el poder de la palabra. Desde entonces, ellas resuenan de un modo que nadie ha conseguido igualar entre los líderes y políticos de habla inglesa.

El valor de la palabra. El diálogo, el punto de encuentro ante la divergencia. El respeto, pluralidad,  tolerancia y libertad de todos. La que empieza donde termina la del otro, y termina donde comienza la del ajeno. Somos seres para la convivencia. Sin otro que escuche no importa el argumento, sin otro que hable, que dialogue, la palabra pierde su corazón, su esencia, su emotividad, su función, la comunicación.

La palabra brinda al ser humano la condición diferencial que lo distingue, y que resulta manifestación del pensar y del querer, la posibilidad del convencimiento, la explicación del apetito, la excusa de la falta, el órgano vivo del cerebro, del corazón y de la voluntad. ¿Qué sería del amor sin la palabra?

Es el poder del espíritu sobre la violencia. En la gama de las metáforas sociales, es el verbo que se hace carne después de cada génesis de la historia y de la vida. Ella define la realidad y a su vez, da forma a la acción, a la convivencia y a lo que concebimos como humanidad.

Cuando la palabra sale de nuestra boca, ya no somos sus dueños, el propietario es el que la recibe. Esa palabra, como si tuviera vida propia, puede causar efectos no deseados, no pretendidos, o consecuencias positivas, que van más allá de lo que se pretendió comunicar. Es como ese fino hilo sobrante de costura o de un botón mal pegado que está por caer y qué en un tris, podría romper todo vínculo. ¿ Halar, cortar? Cuando la fuerza orilla a la palabra, cuando la violencia arrincona al diálogo, se pierde convicción, se pierde la razón y el argumento. Los ecuatorianos lo sabemos; lo escuchamos, lo vivimos y sentimos durante mucho tiempo.

Una reciente investigación científica rusa apunta a que el ADN puede ser influido y reprogramado por palabras y frecuencias, sin seccionar ni reemplazar genes individuales. Según los resultados, nuestro ADN no sólo es responsable de la construcción de nuestro cuerpo, sino que también sirve como almacén de información y para la comunicación a toda escala de la biología.

Los lingüistas rusos habrían descubierto que el código genético sigue las mismas reglas de todos nuestros lenguajes humanos. Compararon las reglas de sintaxis (la forma en que se colocan juntas las palabras para formar frases y oraciones), la semántica (el estudio del significado del lenguaje) y las reglas gramaticales básicas para descubrir que los alcalinos de nuestro ADN siguen una gramática regular y tienen reglas fijas, tal como nuestros idiomas. 

Por lo tanto, los lenguajes humanos no aparecieron coincidentemente, sino que son un reflejo de nuestro ADN inherente. El biofísico y biólogo molecular ruso Pjotr Garjajev y sus colegas también exploraron el comportamiento vibratorio del ADN.’ Los cromosomas vivos funcionan como computadoras solitónicas /holográficas usando la radiación láser del ADN endógeno’.

Esto significa que uno puede usar las palabras y oraciones del lenguaje humano para influir sobre el ADN o reprogramarlo.’ Cuando uno solicita la información de un determinado libro, el alfabeto reúne todo lo contenido en sus páginas y pone a nuestra disposición,’ aclara Garjajev.

Lo encontrado abriría las puertas a un misterio aún mayor: que la verdadera’ biblioteca’ estaría fuera de nuestros cuerpos en algún lugar desconocido del cosmos y que el ADN estaría en comunicación permanente con este reservorio universal del conocimiento.

La palabra levanta como bandadas de pájaros, multitud de emociones, expectativas, autoengaños; podrán ser generadores de vida o destrucción o semillas generadoras de nuevas realidades. La palabra que recibo, no llega al vacío, entra en un mundo ya ocupado por una serie de estados de conciencia, de expectativas, deseos, ilusiones, creencias, etc. que le dan su propia interpretación. Incluso su ausencia puede ocasionar algún tipo de problema.

Nunca desprecie el valor y el simbolismo que la acción humana, sobre todo cuando es colectiva, es capaz de alcanzar. No necesariamente es la fuerza de la razón, pero sí de la reflexión de muchos

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