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El Telégrafo
Juan Montaño Escobar

La letra del 5 de agosto de 1820

27 de julio de 2016 - 00:00

Este proverbio es del Oráculo de Ifá y sirve para este miércoles juliano, donde la palabra ‘libertad’ se canta solita. Dice así: “Si el esclavo muere, solo su madre lo llora. Si un hombre libre muere, todo el mundo lo comenta. Esta es la ley injusta de las personas” (Oggundá Eyiogbe). El 5 de agosto de 1820 no fue una fecha definitiva, pero sí importantísima en la historia de la lucha anticolonialista y antiesclavista de la costa pacífica colombo-ecuatoriana. Culminó el combativo proceso de ahuyentar al colonialismo español y empezó de inmediato aquel de liberación y soberanía de los cuerpos, para ser respetados y valorados por el mundo social al momento del agravio, no se diga de la muerte. La reflexión historiográfica de todo este tiempo todavía anda extraviada en el vapor naftalínico de la trinca de próceres blancos (como siempre, hay elocuentes excepciones).

El Decreto del Jefe Supremo, José María Urbina, de Manumisión de quienes estaban esclavizados -mayores de edad y debían ser avaluados para indemnizar al “propietario de esa alma”- fue firmado en la Casa de Gobierno de Guayaquil, el 25 de julio de 1851. Apenas se alcanzaba otro triunfo en la lucha antiesclavista, aunque se explique que se debió a la modernización capitalista de Ecuador y el tardío resquemor de nostalgias revolucionarias: libertad, fraternidad e igualdad. Y el estreno ecuatoriano del liberalismo progresista de esos tiempos se anuncia que se vive el Séptimo año de Libertad. Cien años más tarde Jean Paul Sartre, en el prefacio de Los condenados de la Tierra, de Frantz Fanon, lo explica mejor: “la antigua colonia debe luchar contra sí misma”, porque para unos la lucha es doble. ¿Causa? Esta, los adueñados del poder se otorgaron derechos y privilegios sin límites en exacta proporción e inversión a los otros luchadores, para el caso colombo-ecuatoriano, las comunidades negras.

Rocío Rueda Novoa, en su Tesis Doctoral de Historia por la Flacso, explica que aun después de aprobarse la Ley de Manumisión de Esclavos, en 1852, el estatus no fue el de ciudadanos, sino el de libertos, “porque solo los nacidos libres podían acceder a la ciudadanía”, p. 225, documento en PDF. Un paso más allá de la propiedad esclavista, la realidad no era la misma, pero se le parecía muchísimo, no tenían “deudas, hipotecas o empeño”, sin embargo debían empezar literalmente de la nada en derechos políticos, propiedades y reconocimientos sociales. Así comenzó otra espiral de lucha con estos inesperados aliados, los liberales, quienes más tarde se radicalizarían por el liderazgo alfarista.

El proceso de comunidades negras colombo-ecuatorianas es resultado sin fin definido de nuestra historicidad, con probables puntos iniciales, todos referentes a arribos, naufragios o amotinamientos liberadores y su continuación en estos años en la afirmación completa de derechos de ciudadanía en Ecuador y en la paz sin exclusión, étnica y social, en Colombia. (O)

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