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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

La lección de Escocia

25 de septiembre de 2014 - 00:00

Por el momento, la costosa y obsoleta monarquía británica se halla a salvo de la desunión del Reino Unido, pues la mayoría de escoceses votó por el ‘No’ en el reciente referéndum, negando así la independencia del país que la corona británica mantuvo como colonia de lujo, rica pero postergada, por más de 300 años. Pero este triunfo, que se asentó en el apoyo conjunto de las dos fuerzas políticas fundamentales del Reino -conservadores y laboristas- no fue tan transparente ni libre como debía ser.

Estuvo envuelto en una maraña de promesas de autonomía y de intimidación colectiva que, de cualquier modo, surtió efecto para sumar algo más del 50 por ciento de los sufragios, mas queda en pie la necesidad de cumplir con todo ese cúmulo de apresuradas promesas autonómicas que, al día siguiente, comenzaron a ser diluidas y menguadas. Se trata de una disyuntiva entre dos fuegos: si el poder cumple, Escocia verá aumentar su poderío y esto, a la larga, afirmará su vocación independentista; si no cumple, renacerá el descontento y se volverá crítica y aguda más que ayer la lucha por la independencia.

Los sucesos de Escocia son un signo de los tiempos. El colonialismo que aún subsiste en el mundo recula en todas partes. Así, el dominio sobre las Malvinas, legítimo territorio argentino, habrá de concluir en esta generación, dado el creciente desgaste de los colmillos del león británico. En otro lado de la vieja Europa, después de poco hará explosión en Cataluña esa voluntad de independencia, sofocada durante tres siglos y reprimida por la dictadura fascista de Franco con el apoyo permanente de Estados Unidos. ¿Y la suerte del País Vasco, cuya independencia, aún incompleta, debió ser arrancada por la fuerza, en medio de masacres, torturas y fusilamientos por parte de los amos de España?

También Ucrania es escenario de una confrontación sangrienta entre un disimulado colonialismo fabricado por Estados Unidos y la Unión Europea, y las grandes comunidades de origen ruso que han proclamado su autonomía dentro de la república gobernada desde Kiev por una camarilla impuesta por un golpe de Estado.

Claro que la independencia o autonomía de países o regiones pisoteadas y maniatadas por poderes centrales, casi siempre extranjeros, es obra de romanos, como podría decirse, apelando a una antigua figura que expresa lo difícil que es edificar algo de valor frente a la oposición de fuerzas colosales, como es el caso actual, donde el imperio y sus socios europeos, decadentes y todo, manejan como látigo universal la fuerza de la OTAN, constituida mitad mitad por ejércitos de signo colonialista y cuerpos de mercenarios como la Dynacorp, que entre nosotros hizo presencia en la base de Manta.

El reguero de sangre derramada por la OTAN cubre gran parte del planeta, y sus hitos más destacados son Libia, Irak, Afganistán, Siria, las regiones kurdas incrustadas en varios países; esto mientras acaba de constituirse una ‘fuerza antirrusa’, llamada así, sin máscara alguna, para intervenir con 5.000 hombres “en tres o cinco días en cualquier lugar del mundo”, según las propias palabras de los jefazos del Pentágono.

Todo esto es necesario tenerlo en cuenta, pues América Latina sigue en la mira imperialista como el bocado más apetecido por la cercanía y la abundancia de toda clase de recursos, necesarios para satisfacer la voracidad del monstruo al cual Barack Obama definió hace poco en West Point como “el único país indispensable del planeta”.

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