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El Telégrafo
Xavier Lasso

La Gran Bestia

19 de junio de 2018 - 00:00

Lo imperdonable ha sido el carácter antimperialista de la década pasada. Y peor: que esa tendencia se haya regado en buena parte de la región ha suscitado esta descarada reacción. Alguien está liderando esto que se ha dado en llamar lawfear. La guerra contra el progresismo se la hace desde el aparato judicial.

Contra Dilma, Lula, Cristina y seguro contra Rafael Correa también. A Maduro lo tienen en jaque desde hace tiempo, no ha importado que el precio de semejante paralización lo paga el pueblo de ese país. Ahí, en Venezuela, Chávez desbarató ciertas lógicas institucionales que hoy no tienen poder porque dejaron de responder al pretérito establecido.

Alguien mueve los hilos de este patrón que se repite en aquellos lados donde no se prestó oídos a los más poderosos. Es claro, así nos consta, que Correa desde el primer día les cerró las puertas a banqueros y a dueños de medios. Dos poderes que desde siempre sometían a presidentes a sus intereses. Tenían línea directa con Carondelet y la música con el compás que más les convenía.

Roldós, temprano en el llamado retorno a la democracia, (ese cínico nombre le pusieron los golpistas) tampoco siguió órdenes patriarcales, los de las componendas, y bien sabemos que lo eliminaron violentamente. En su época era Nicaragua la que guerreaba, era Nicaragua la que suscitaba esperanzas porque parecía que se derrumbaba todo lo podrido, hasta que Ortega se pudrió. Mientras eso pasaba en una parte de Centroamérica, al sur las cruentas dictaduras masacraban a los pueblos, solo humillación y muerte se ofrecía.

La “gran bestia” había intervenido apoyando a “sus” dictaduras, no importaba, como antes con Somoza, que esos dictadores fueran así de miserables, eran sus miserables. La dignidad había quedado por los suelos. Levantaron “consensos” para controlar las economías y dispararon la pobreza y la miseria material. América Latina incrementó sus inequidades y las desigualdades se administraban con miedo y con murallas.

Fue desesperanzador el recorrido, hasta que el fin de siglo y el quiebre neo-liberal abrieron rendijas al progresismo que poco a poco se fueron ensanchando. La región entonces forjó una década de ilusión, de inversión social y mejora de su infraestructura. Una década no es suficiente, los cambios estructurales demandan mucho más de diez años, sosteniendo inversión que se mide en réditos sociales. Pero el gran capital, donde radica la “gran bestia” y sus aliados criollos nunca descansan, se recomponen y usan todo su aparato ideológico, propagandístico, los medios masivos en primera línea, para cobrar venganza, denigrar, encarcelar.

Que el progresismo quede enterrado, que no osen levantar cabeza es la consigna y que los pueblos traguen tan amarga pócima, y que no chisten. (O)

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