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El Telégrafo
Fabrizio Reyes De Luca

La gobernabilidad moral

05 de junio de 2014 - 00:00

Cuando las instituciones persiguen priorizar la aplicación de valores éticos y morales en la práctica de las actividades civiles, se construye una imagen fortalecida de la identidad sustentada en las virtudes del ciudadano. Paso a paso vamos caminando hacia una gobernabilidad moral en el ejercicio de nuestros deberes y derechos.

Después de la avalancha neoliberal, de capitalismo salvaje y del éxito del pensamiento de matriz conservadora, tal parece que arribamos, en el llamado pensamiento progresista, a una suerte de ‘socialdemocracia sorpresiva’ o ‘keynesianismo redivivo’ como orientación teórica dominante en la búsqueda de un horizonte posible. Se busca algún mapa de ruta que permita, en esta aparente desorientación generalizada, guiar el viaje de los diversos países hacia alguna parte, hacia ‘algún mundo posible’ en el que se pueda responder a las grandes demandas sociales. La frase, ‘tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario’ expresa esta visión a la que los recientes procesos históricos nos han conducido. La misma parece afirmar una suerte de camino medio entre Estado y mercado que pone de manifiesto una síntesis histórica, alcanzada después de un largo proceso en el que ambos entes afirmados como absolutos evidenciaron sus limitaciones para avanzar en la solución de los problemas fundamentales.

La función esencial del Estado debe ser la protección efectiva de los derechos de la persona, el respeto de su dignidad y, sobre todo, la obtención de los medios que le permita desarrollarse de forma equitativa, dentro de un marco de libertad y de justicia social; gobernabilidad que se obtiene por la compatibilidad con el orden público, el bienestar general y los derechos personales.

Este enfoque del Estado nos guía a una gobernabilidad donde toda persona tiene derecho al libre desarrollo de su personalidad, sin más limitaciones que las impuestas por el orden jurídico y los derechos de los demás. Fomentando los principios se consolida un sistema de protección de derechos, orientado a la formación integral de los ciudadanos en lo físico, intelectual y moral.

Desde este prisma, gobernabilidad no es crear prebendas, vicios e impunidades, sino edificar una escala ética y moral. El alimento que nutre la gobernabilidad moral es la honestidad, que fomenta nuestras actuaciones a la luz de la verdad.

Debemos luchar para que nuestra descendencia encuentre un liderazgo que trate a los ciudadanos por igual, que venza el ego individualista que solo busca éxito y dinero, para así hacer un ejercicio de equilibrio entre la exigencia de nuestros derechos y el cumplimiento de nuestros deberes.

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