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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

La fábrica de decisiones

20 de marzo de 2014 - 00:00

Los grandes desafíos del Plan Nacional para el Buen Vivir son erradicar la pobreza, cambiar la matriz productiva (transformar la manera como producimos y consumimos), pasar a la sociedad del conocimiento justa y solidaria  y transformar el Estado. El emblemático proyecto Yachay, de la Ciudad del Conocimiento, va a necesitar de trabajadores de altísimo nivel de educación para hacer realidad este sueño que nos ubicaría en el primer mundo tecnológico.

Sin embargo, muy pronto viviremos los mismos problemas de las empresas en todo el mundo que luchan con la forma de administrar los trabajadores del conocimiento. Se compite ferozmente para encontrar, educar, desarrollar y retener el mejor talento, acumulando miles de horas gerenciales en el proceso. Durante un tiempo esto funciona muy bien, pero inevitablemente, cuando las condiciones económicas resultan menos favorables, los administradores nos damos cuenta de que estos costosos trabajadores no son tan productivos como esperábamos y, en un esfuerzo por controlar los gastos, despedimos a gran parte de ellos. No obstante, casi enseguida, volvemos a reclutar a este tipo de trabajadores.

Este ciclo es altamente destructivo. Aparte del costo social y humano que está involucrado, es completamente ineficiente para una institución manejar cualquier recurso de esta manera, a sabiendas de que el talento es el motor del crecimiento en el mundo moderno. Es desconcertante que las más veneradas empresas del mundo estén practicando continuamente este tenebroso círculo, y es más que probable que las instituciones gubernamentales, que enfrentan presiones sociales y políticas, no escapen de esta tendencia.

Los trabajadores del conocimiento no manufacturan productos ni entregan servicios. Es perfectamente razonable caracterizar su trabajo como la producción de decisiones: decisiones acerca de qué vender, a qué precio, a cuáles clientes, con cuál estrategia de mercadeo y publicidad, a través de qué cadena logística, en cuál localidad y con qué tipo de personal. Día tras día, desde sus escritorios o en las salas de reuniones, los trabajadores del conocimiento mueven esta fábrica de decisiones, usando como materia prima datos e información. Y es precisamente por esto que no pueden ser manejados como si fueran obreros manuales. Las compañías erróneamente asumen que el conocimiento está atado a sus trabajadores y que puede ser codificado y transferido a otros.

Ha pasado medio siglo desde que Peter Drecker acuñó el término ‘trabajadores del conocimiento’ y estos empleados no solamente son la parte más importante de la fuerza laboral, sino su parte dominante. China y otros países de bajo costo incrementan su flujo de trabajadores manuales; las economías desarrolladas, por su lado, confían en los trabajadores del conocimiento, cuya productividad y eficiencia será el reto de la administración en nuestros tiempos.

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