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El Telégrafo

La “Economía Verde”, ¿un nuevo espejismo?

30 de junio de 2012 - 00:00

Con el histrionismo institucional rutinario, las Naciones Unidas realizaron del 20 al 22 de junio   la denominada Cumbre sobre Desarrollo Sostenible Río+20, con el objetivo de analizar medidas para “erradicar la pobreza y fomentar el desarrollo sustentable”.

La indicada reunión se inició con la exhortación del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien dijo: “Tenemos otra oportunidad...No la desperdiciemos”. Frase que probablemente representa la frustración generalizada sobre los resultados 20 años después de la anterior “Cumbre de la Tierra”, realizada también en Río de Janeiro.

En estos 20 años pasados no se ha conseguido frenar el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la deforestación de bosques y selvas vírgenes… Los cuales ya se advirtieron en el informe “Los límites del crecimiento” (1972), preparado a petición del denominado Club de Roma, por un equipo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts.

Río+20 contaba para la reunión con el documento denominado “El futuro que queremos”. Cuya negociación se inició en Nueva York, con meses de anticipación y tenía como objetivo básico el desarrollo sustentable, del cual el mínimo es satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades. Este consta en el Informe Brundtland, informe socioeconómico denominado “Nuestro futuro común” (1987).

En la actualidad es evidente que el origen de los severos impactos globales desestabilizadores del medio ambiente está en los países industrializados, y los locales, en la pobreza del subdesarrollo, sin que exista una solución de equidad y corresponsabilidad planetaria.

En esta incertidumbre y desconfianza termina Río+20, que presenta una propuesta: la “Economía Verde”, la cual debe mejorar el bienestar del ser humano y la equidad social, a la vez que reduce significativamente los riesgos ambientales y las escaseces ecológicas. En su forma básica, una economía verde sería aquella que tiene bajas emisiones de carbono, utiliza los recursos de forma eficiente y es socialmente incluyente.

No se indica cómo se construye el milagro, a lo cual se ha respondido, seguramente recordando las consecuencias de la famosa Revolución Verde, que la propuesta implica la neocolonización de los recursos naturales, aquellos que aún no están privatizados, y busca transformarlos en mercancías de compra y venta.

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