En su afán de tapar el sol con un vidrio transparente, míster Todd Chapman, embajador norteamericano en Quito, acaba de declarar que el documental de Telesur sobre las actividades de la CIA en Ecuador (reproducido por este diario el lunes 6 de junio) no pasa de traer “historias antiguas”.
Tiene razón. La CIA -instrumento oficial del terrorismo y el espionaje de EE.UU.- desde su añoso nacimiento, en 1947 por mandato de Harry S. Truman, comenzó su carrera de sangre, violencia y muerte por todo el planeta, con el fin de dominarlo. Así lo concibió Truman, el mayor genocida de la historia universal, que ordenó el bombardeo atómico de Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, cuando Japón ya estaba derrotado, matando en un segundo a 200 mil seres humanos y condenando a un millón más a una prolongada agonía radioactiva.
Poco después de fundada, la CIA hizo su debut en Irán al derrocar al gobierno nacionalista de Mohamed Mossadegh, que había decretado la nacionalización del petróleo, una fabulosa riqueza asaltada por la multinacional Anglo Persian, uno de los siete dinosaurios petroleros encabezados por la Standard Oil de Rockefeller. Para derrocar a Mossadegh, sometido a prisión domiciliaria hasta su muerte, el primer James Bond de la CIA, Kim Roosevelt, organizó bandas de terroristas, compró jefes militares y policiales, pagó a periodistas y políticos, inundó el país con falsa propaganda ‘comunista’, para instalar finalmente en el poder al sha Reza Phalevi y a la Savak, tenebrosa policía política. Ciertamente, “una historia antigua”, míster Chapman.
Esto en la lejana Asia; un año después, junio de 1954, la CIA hizo su debut en América Latina con un ejército de mercenarios preparado en Honduras para invadir Guatemala y acabar con la Revolución nacionalista liderada por el coronel Jacobo Arbenz, que nacionalizó para bien de su pueblo los latifundios de la United Fruit Company. Resultado: miles de muertos, heridos, desplazados del campo, desterrados de su patria. Otra “historia antigua”, míster Chapman.
¿Y en Ecuador? De 1960 a 1963, imperio absoluto de la CIA (ver el libro de Philip Agee Diario de un espía); reclutamiento de una legión de agentes y soplones, cuatro años de conflictos políticos, guerrillas inexistentes, bombas en los templos atribuidas a URJE (Unión Revolucionaria de Juventudes Ecuatorianas) y a los comunistas, linchamientos de maestros y líderes sociales, para acabar en el derrocamiento del presidente Carlos Julio Arosemena y el establecimiento de la Junta Militar que entregó nuestra Amazonía a la Texaco-Chevron y firmó un modus vivendi secreto con Washington renunciando a nuestros derechos sobre el mar territorial. Todo ello concierne universidades, destitución de alcaldes y prefectos, en medio de una colosal corrupción administrativa, cientos de presos, decenas de expatriados, compra de políticos y de periodistas. Otra “historia antigua”, míster Chapman. Con la fortuna para usted de que a su declaración se une ahora la voz de asambleístas de derecha y elegantes oportunistas presidenciables, que salen a decir que todas estas denuncias contra la CIA no son más que una “película de vaqueros”.
¿Y los demás golpes de Estado en República Dominicana, Brasil, Argentina, Uruguay, Chile, Bolivia, etc.? ¿Y el asesinato de ‘Che’ Guevara dirigido por Félix Rodríguez, contrarrevolucionario cubano y terrorista al servicio de la CIA? ¿Y los magnicidios del presidente Jaime Roldós Aguilera y del líder panameño Omar Torrijos? ¡Película de vaqueros! ¡Traidores! Ecuagringos. ¡Felipillos! (O)
