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El Telégrafo

La carta de “Bombita”

04 de agosto de 2012 - 00:00

Las transformaciones sociales no se dan en forma repentina y aislada. Existe un eslabonamiento que gradualmente conduce a rupturas radicales. Así, la Revolución Ciudadana se nutre de múltiples aportes que han precedido a este “cambio de época” del que el pueblo ecuatoriano es actor y testigo. Por eso se reivindica como Bolivariana y Alfarista. A partir de esas vertientes, otros afluentes contribuyeron a crear en la conciencia social mayoritaria una justa evaluación del pasado patrio y de sus actores.

Después de la revolución de Alfaro, hay hitos históricos como la Revolución Juliana de 1925, igual acontece con la “Gloriosa” de Mayo del 44. En décadas posteriores constan, según el sentir popular, el arribo al poder de Jaime Roldós, truncado por la muerte y la administración de Rodrigo Borja.

En esta suma debería incluirse la contribución del “Gobierno Nacionalista y Revolucionario”, presidido por el general Guillermo Rodríguez Lara, entre febrero del 72 y enero del 76. El inicio de la era petrolera movió a un importante sector de las Fuerzas Armadas a tomar el poder, para impedir la continuidad de la entrega de los nuevos recursos a las transnacionales.

Una amplísima labor visible en la construcción de vivienda popular, obras viales, escuelas, colegios y hospitales, así como en obras de infraestructura de alto nivel: refinería de Esmeraldas, terminal petrolera de Balao, creación de Flopec y CEPE, apoyo al nacimiento de Olade y Aladi, expedición de la Ley de Hidrocarburos y otras, cumplieron con los enunciados del documento “Filosofía y Plan de Acción del Gobierno Nacionalista y Revolucionario”.

Penosamente, a medio ejercicio, sectores derechistas que más tarde traicionaron a “Bombita” -así calificado por el afecto del pueblo- impusieron sus criterios en asuntos vitales para el país. Sin embargo, el crecimiento económico del Ecuador alcanzó en ese lapso un 10% anual y 13,5% en 1973, el más alto de Latinoamérica.

Los 70 vieron llegar dictaduras militares fascistas en los países del Cono Sur. En ese entorno, la de Rodríguez fue la excepción democrática. Lo confirma la carta que el General envía a un diario, en la que confiesa que se le propuso ser parte del Plan Cóndor, de siniestra recordación, y que él se negó. Su valiente oposición nos salvó de ser escenario de asesinatos, torturas, desapariciones, robos de niños y otros crímenes de  lesa humanidad. Por ese gran gesto, “Bombita” merece un lugar de honor en la historia ecuatoriana.

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