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El Telégrafo

La Caperucita Roja

29 de septiembre de 2011 - 00:00

Dentro del abundante folclor nacional, pródigo en imaginación, últimamente  circula una nueva Caperucita Roja, que va inocentemente en busca de su abuelita, la cual ha  sido devorada por el lobo feroz.  El simpático  personaje del  célebre cuento se ha transformado en una cierta “izquierda revolucionaria” que, para no salirse de la leyenda, se pinta de rojo entero, de pies a cabeza,  ostentando en la camiseta un retrato de Marx y, por si acaso, también uno del Che Guevara en la parte trasera.

La abuelita más que abuela es una vieja arpía escapada de los antros de la banca, quien a pesar de que usa caretas con diferentes rostros, como por ejemplo el de Osvaldo Hurtado, no puede ocultar los olores de la putrefacta partidocracia. El lobo feroz, por supuesto, es Rafael Correa. Por desgracia para los teatreros de la política nacional, empeñados  como están en esconder las responsabilidades de los autores, cómplices y encubridores del  fallido golpe de Estado del 30 de septiembre,  pruebas, evidencias y testimonios muestran a las claras que para esa fecha lo que estalló fue una conspiración perfectamente urdida, la misma que venía acompañada de un macabro plan de magnicidio. Claro, para el Washington Post todo fue una simple “bronca policial”, para  lo cual  ocultó la presencia de los diez muertos y los 200 heridos de bala.

El peligro golpista se percibía desde lejos y desde varios ángulos. Los mismos medios favorables al golpismo dejaron entonces escapar informaciones comprometedoras sumamente graves, aunque luego las silenciaron. Así, El Comercio publicó croquis donde se mostraba la ubicación de francotiradores, como se llama a los tiradores selectos y secretos cuyo oficio de siempre es matar. Las informaciones indicaban que desde un helicóptero militar se filmó la existencia de cinco sitios de francotiradores, que no podían ser sino policiales, pues las tomas se hicieron de día mientras los militares -con inexplicable tardanza- actuaron en la noche.

¿Y las voces y anuncios previos de lo que se venía? Pocas horas antes, la noche del 29 de septiembre, circuló El Universo con fecha 30, con un editorial firmado por Emilio Palacio y que decía para comenzar: “Hoy escribo para conmoverte…la situación apura. Negros nubarrones se avizoran sobre el escenario político nacional, y si las fuerzas democráticas del país no  reaccionan, mucho me temo que la tempestad que se viene no será agradable”. Horas después se vino la tempestad golpista y como el golpe y el magnicidio se frustraron, ahora Emilio Palacio forma  parte de la internacional contrarrevolucionaria asentada en Miami, bajo el  ancho y generoso paraguas de la CIA. No sería raro que  allá corran también, una vez caída la capucha roja, unos cuantos “izquierdistas revolucionarios”, unas cuantas caperucitas.  Al fin y al cabo el diablo les cría y el  Imperio les junta.

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